Notas para un diario 246

“Sal de la tierra”. Por primera vez caigo que esa frase aparece en la Biblia al menos dos veces. Una más conocida es cuando el Cristo dice a sus discípulos que ellos son la sal de la tierra, si la sal se vuelve sosa… La otra, muy anterior, es cuando Yavé le pide a Abraham que salga de la tierra, de su tierra, lo que seguramente es tanto como sugerirle que salga de sí mismo. Las dos expresiones distintas en su significado en cambio apuntan hacia un mismo sentido.

Pensaba esto al oír en varios días si no sucesivos sí muy cercanos que Philip Roth e Imre Kertesz dejarán a partir de ahora de escribir. He sentido muchas cosas antes esta noticia doble. Muchas. Pero quiero destacar una. No puede haber distinción en alguien como ellos entre vida y escritura en ese plano. Sólo la falta de salud puede justificar una decisión así. Si no, seguirán escribiendo: de eso estoy seguro. Uno no deja de escribir como uno no deja de vivir de amar por propia voluntad, salvo en el caso extremo del suicidio físico y/o moral. Lo cual nos devuelve en un bucle al ámbito de la enfermedad.

De todos modos lo importante no es eso. Lo decisivo es que los que hemos aprendido a escribir leyéndolos no dejemos todavía de hacerlo. Recuerdo que una vez le pregunté a uno de los mejores críticos del mundo que porqué no escribía sobre su generación (sobre Roth o Kertész pero también sobre Celan sobre Steiner sobre Sebald o Ashbery o Munro). Me dijo que se había pasado media vida escribiendo sobre la generación anterior y que ahora nos tocaba a la mía hacerlo con la suya o las precedentes. Le comprendí tan bien que ese comentario ha orientado una parte de mi vida. Me estaba diciendo que hay una cadena (algo que despuntó en Ur de los caldeos, donde se pronunció la dichosa frase, “sal de la tierra”) y que ésta no debe interrumpirse jamás. Por eso para alguien como yo la noticia de la “jubilación” (qué palabra más absurda, como si pudiese haber júbilo más allá de la labor y de la tarea) de un gran escritor es antes que nada una llamada de atención, un recordatorio y una invitación a la responsabilidad o sea a dar una respuesta.

Dos codas y un apunte.

Primera. Estas consideraciones nada tienen que ver con el éxito o el fracaso literarios, ni con el alcance más o menos restringido (aparentemente) de la labor que uno ejerza. No es una cuestión literaria o artística sólo ni principalmente. Para coger la cadena de los que nos precedieron e intentar transmitirla si se puede aún mejor bruñida por el uso a los que vengan detrás no hace falta vender cientos de miles de libros. Lo esencial se juega en una clase corriente sea de parvulario, en un gesto alentador con un hijo o en una sonrisa hacia el más inoportuno.

Segunda. La necesidad de comenzar “saliendo” tiene que ver tanto con la libertad como con el deseo de conocimiento de todo lo real y no sólo de una parte parcelaria. Creo que nunca como en la modernidad en la que vivimos se ha podido entender esto hasta la radicalidad del extremo. No conozco mejor expresión de lo que he intentado apuntar de pasada que estos versos del poema “Peregrino”: “Sigue, sigue adelante y no regreses,/ Fiel hasta el fin del camino y de tu vida,/ No eches de menos un destino más fácil,/Tus pies sobre la tierra antes no hollada,/tus ojos frente a lo antes nunca visto.” De hecho ahora me doy cuenta de que mi texto no es sino una glosa anticipada del poema de Cernuda que conozco de memoria.

El apunte es para decir que esta foto me la mandó por mensajero mi amigo el fotógrafo Eduardo Momeñe y que la tomó recientemente en el Cementerio Judío de Praga.

2 Comments Notas para un diario 246

  1. David Gutiérrez 15/11/2012 at 12:33

    Qué buen artículo Alvaro y qué magnífico colofón con esos rotundos versos de Cernuda, uno de los grandes también para mí.

    Abrazo,

    David.

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  2. francis black 16/11/2012 at 14:01

    Yo empiezo a leer a Roth ahora con su libro El profesor del deseo

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