El mundo del conocimiento y el de la creación artística o científica parecieran estar divididos, en cada persona y de acuerdo al talante de determinadas épocas o incluso de tradiciones culturales enteras, entre quienes tienen como referencia el mundo exterior, comenzando por la naturaleza, y quienes en cambio miran para recrear el mundo ante todo hacia su fuero interno. Así se ha estudiado la Grecia clásica como el momento en el que la filosofía surge de la observación del cambio y el arte de la experiencia visual directa. Las tradiciones orientales, comenzando por las de los pueblos semitas, en cambio, sólo partirían de lo que descubren en un proceso de introspección infinita tanto para desvelar el mundo como para plasmarlo, claro está, de forma más abstracta, simbólica o intelectualizante. ¿No se han contrapuesto siempre, en el mismo sentido, como si fueran mundos opuestos y hasta enfrentados las tendencias realista e idealista en la historia de las ideas filosóficas?
Todos esos planteamientos, en parte necesarios para distinguir no pocas cuestiones esenciales para el hombre, si son llevados al extremo, reflejan una división binaria y excluyente a la que no tiene porqué reducirse el modo en el que el ser humano se relaciona con el entorno y con su propio mundo interior. Existen conexiones fascinantes entre una dimensión y otra, la realidad es que la experiencia de la comprensión y de la creación humanas comporta siempre caminos de ida y vuelta entre lo que está dentro y lo que está fuera. Y también en lo que, como por ejemplo la esencia divina de lo humano, está a la vez fuera y dentro de nosotros. Se podría parafrasear la referencia bíblica acerca del amor al prójimo señalando que nadie puede ver lo invisible que está en el interior si ni siquiera es capaz de ver lo que tiene delante, al alcance de la mano.
Estas cavilaciones me han sido sugeridas al leer una pequeña joya titulada El sentido del asombro, de la escritora americana Rachel Carson (Ediciones Encuentro, 2012). Carson ha sido más conocida por su defensa del medio ambiente (en concreto por su oposición radical al uso masivo de pesticidas en la agricultura moderna) pero, ante todo, fue una persona que en la búsqueda de sí misma alío la necesidad de la contemplación con el sentido del asombro al que alude en el título de este bellísimo ensayo.
Todo comenzó cuando Carson acogió a su sobrino Roger en casa, tras la muerte de la madre de éste. Como una prolongación de su propio amor por la naturaleza, transmitió al niño los tesoros que se encierran en el olor de una marea a las tres de la mañana, en un paseo por un bosque en plena lluvia o en la visión prolongada, hasta altas hora de la madrugada, de la belleza de la luna. Con apenas veinte meses lleva a la criatura envuelta en una manta a dormir en la playa bajo las estrellas y a partir de ahí los dos comparten las enormes esperas silenciosas que requieren los encuentros con la vida salvaje, para avistar un zorro o un ciervo o para escuchar a los pájaros cuyos cantos aprenderan juntos a distinguir. Sin duda esa vida compartida es al mismo tiempo una manera idónea de renovar las propias fuerzas del adulto, un camino de sencillez que le lleva a experimentar de nuevo la belleza y a rozar la sabiduría.
¡Qué foto tan sobrecogedora de mujer! Parece la muchacha del cuadro de Johannes Vermeer La joven de la perla (VermeerHet meisje met de parel). Ese escorzo espiritual acerca. Gracias por seguir descubriendo y compartiendo, Álvaro.
No se me había ocurrido esa conexión, pero en efecto recuerda al sin par cuadro de JV
Gracias Joseluís por tu comentario
Gracias por la dedicatoria!
Cada día descubro más y más esa unión con la tierra, base de la madre Naturaleza, a la que volveremos, si es que de ella hemos salido alguna vez.
Gracias Natalia, en cuanto empecé a leer este precioso libro pensé en las cosas que te había oído a ti, había un estrecho paralelismo
hola queria preguntarles de donde lo podria consequir. a este maravilloso livre
hola Valentin, no es libro difícil de encontrar, es de este año pasado, pero te lo tendrán que encargar a Encuentro desde la librería