Querida Isabel:
Acabo de enterarme de tu muerte. Estoy destrozado. No me lo esperaba: no hace mucho, dos o tres semanas, hablé con tu prima V. y me dijo que la cosa iba bien. E iría bien, pero… por lo visto se ha torcido.
Hace mucho tiempo que no siento tanto la muerte de alguien. Que no siento tan agudamente que con esa muerte, con la tuya, el mundo es un lugar más pobre en el que merezca menos la pena vivir. Y es que como te dije varias veces te admiraba como admiro a poca gente. Tú no me creías. No querías creerme. Tenías metido en el tuétano que eras una pequeña hormiga en un reino de elefantes. Alguien, no sé quién, no creo que fueras fueses tú en uno de esos procesos autodestructivos o de autoengaño, te había inoculado un virus peligroso: el virus que te hacía sentirte disminuida. ¡Qué extraño es todo! Yo te veía de una forma (me consta que no soy el único) y tú te veías de otra. Te veías deformada en el espejo del desamor primero.
Voy a decirte en pocas palabras porque te admiraba y te admiro. Te admiraba por el grado de conciencia que tenías. Por que he conocido a poca gente que fuese tan consciente de las cosas, de las personas, de la realidad en una palabra, como lo eras tú. Por tanto pocas personas he conocido que hayan ejercido su libertad, la literaria, la política y la más radicalmente interior como lo has hecho tú.
Sabías a qué te enfrentabas: a la superficialidad, al mal gusto, a la codicia, al abuso de poder. Y te opusiste como un Quijote a todo. Con una sonrisa siempre que podías, pero con la firmeza de una heroína. Esa independencia total te trajo disgustos pero te permitía ser tú misma. Plena de dignidad. Plena de lucidez. Eso admiro en ti Isabel.
Siento vergüenza de que en mi país no se haya reconocido tu obra lo que debería, pero ese es el problema de España, de Cataluña, de Barcelona, de sus responsables, de sus editores, de su mundo periodístico, de sus hombres huecos que no podían tragar con tu decencia. No es tu problema. Tú jugaste tus cartas. Te entregaste hasta más allá de lo razonable para aportar tu talento, tu trabajo, tu enorme y fecundo trabajo.
Pero la realidad es que la vida de verdad se hace gracias a personas como tú. Y eso no te lo puede quitar nadie.
¿Se publicará póstumamente tu novela de la infancia? Ojalá. Yo deseo leerla. Aún me queda pendiente reseñar Tus postales en Turia. Aún tengo tiempo. Quiero pensarlo bien, quiero hacerlo bien. Quiero seguir tu ejemplo.
Gracias Isabel por tu vida. Te tengo presente siempre.
No sabes cómo lo siento, Álvaro
gracias!
Álvaro, me he conectado a tu web para avisarte, por si acaso no lo sabías, y encuentro tu texto, que es exacto: el mundo es un lugar más pobre sin Isabel. Justo las palabras que me dicho a mí misma esta mañana. Un abrazo.
no sabes como te agradezco que lo hayas hecho Carlota
Otro abrazo fuerte para ti. Estoy sin palabras, la verdad
Siento especialmente no haberme podido despedir de ella…
Creo saber cómo te sientes. Te daría un abrazo largo ahora mismo. No puedo decirte nada más que “ANIMO”. Ya sé que ahora para ti esa es una palabra vacía y lo será durante un tiempo, pero los que te queremos deseamos verte “reanimado”.
Lo siento mucho, Álvaro.
Es una noticia pésima, hoy he estado en el funeral, Yo te conocí por ella. Estos años he leído libros, ido al teatro, visto películas por su exclusiva recomendación.
Una carta preciosa. ¡qué desgracia! A mí me da más pena hoy que ayer. Yo también creo que era todo lo que dices. Sus libros me encantaban. Tengo pendiente de rumiar el de los balcanes, que aunque ya lo leí, quería volver a leerlo para entenderlo mejor, pero ya no llego.
Un bello homenaje tus palabras, Álvaro, ¡ay!
presentación de ‘entonces’ de isabel núñez
http://www.facebook.com/events/131958313643722/