Cada noche veo un capítulo de la tercera temporada de Downtown Abbey. Como en la mejor narrativa inglesa de los siglos XVIII y XIX, el tema no es otro que la casa y el amor a la casa. Todos los personajes son sólo en función de este paraíso privado que pudiera llegar a ser la casa familiar. La propiedad que se hereda, a la que se sirve y que se transmite de generación en generación. La peor tragedia sería perderla y eso convierte la vida de los personajes en una lucha activa por custodiar el bien del que se hacen depender todos los demás bienes. Pienso en otra forma de vida que me interesa aún más, y de la que me siento más cercano: el exilio. Nadie ha explicado la condición del exiliado, últimamente, como lo hiciera Walter Benjamin en su ensayo “Experiencia y pobreza”. Si no recuerdo mal, lo escribió en Ibiza. En el exilio apenas se posee nada, ni siquiera el uso de la lengua llamada propia. Algo que resulta especialmente doloroso para quien escribe. La casa o el exilio son dos polaridades opuestas. Seguramente lo más cansado resulta ser el intento de familiarizarse con las situaciones y las cosas nuevas que nos rodean. Se produce siempre una mayor o menor resistencia al cambio. Tal vez la irreconciliable necesidad humana de vivir en un hogar, en un hogar libre, forme parte de nuestro ADN.
Hace poco leí un libro que te puede interesar, el autor ha escrito también sobre Benajamin.
Diario de un acercamiento. Vicente Valero.
http://jac-domicilios.blogspot.com.es/2008/02/presentacin-de-diario-de-un.html
Muchísimas gracias querido amigo:
¡qué casualidad! estoy en Provenza, y ayer pensé en ti al leer esta noticia en El País
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/04/14/actualidad/1397477861_181375.html
Vamos cruzando pensamientos, ya es eso.
estoy deseando leer el libro de Valero, especialmente la tercera parte