Aeropuerto de Biarritz: 12, 45. MV vuelve de París, entusiasmada una vez más. A ella también le eligió la ciudad de la luz. El aterrizaje se retrasa y en el quiosco encuentro Magazine Littérarire y los apuntes de viaje de Camus por los EEUU. En la revista un “Dossier K”. Nada nuevo salvo dos cosas: el artículo extraordinario de Lucie Campos (una brillante ensayista de Cambridge a la que me encantaría conocer) que habla de la presencia de Kafka en Imre Kértesz, y otro de Saul Friedländer (autor del imprescindible La Alemania nazi y los judíos, en España lo publicó Galaxia Gutenberg) en el que insinúa (después de criticar a los que toman cualquier dato de la vida del autor de El Proceso y lo elevan a categoría) que Kafka albergaba tendencias homosexuales. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Por lo visto era sensible a determinadas miradas de otros hombres (cf. nota de 2 de febrero de 1922). No parece una evidencia. Y sobre todo no sé qué tendría eso de particular. De lo edípico, en este caso, no pienso ni hablar. No obstante, leeré con gusto el libro del historiador israelí. Me interesa mucho más hablar de las cosas que nos eligen. Almuerzo con MV en un viejo restó de Hondarribía (la merluza y yo nos simbiotizamos en uno). Contemplamos la bahía y el arranque inverso de la Bidasoa, la frontera natural entre Francia y España. Le digo que a mí ese coin vasque me ha elegido. Yo no hubiera querido vivir aquí pero este lugar me ha elegido, como a ella le ha elegido París. Y a mí Kafka, et ansi de suite…