Tengo la costumbre de leer cuanto cae en mis manos sobre Proust (me ocurre lo mismo con Joyce y Kafka). Poco a poco, sin darte cuenta, casi como por azar, acabas reuniendo un montón de lecturas, de ideas, de nuevas interpretaciones acerca de ese triángulo mágico de escritores del XX que tanto me obsesiona. Es un camino, un côté, como otro cualquiera para adentrase en el misterio de la literatura y de la vida. Por ejemplo el otro día vi el documental de David Mauas sobre la muerte de Walter Benjamin, y en un momento dado el narrador citó el final de la última de las veinte Tesis sobre el concepto de historia. Algo así como su testamento vital. En concreto, leyó el breve fragmento final en el que Benjamin dice lo siguiente: ” Pues en él (el tiempo) cada segundo era la puerta estrecha a través de la cual podía pasar el Mesías”. Y recordé la interpretación inversa que hice de la parábola Ante la Ley en mi libro sobre Kafka. Entonces no había citado a Benjamin como autoridad; de haberlo hecho me hubiera ahorrado algunas críticas ciegas e injustas. Jean-Yves Tadié es un profesor, un universitario especialista en Proust, del que ha editado en La Pléiade los siete tomos de A la búsqueda del tiempo perdido, como también en esa misma colección ha dirigido la edición de la obra de Nathalie Sarraute. El original de El lago desconocido. Entre Freud y Proust (Ediciones del Subsuelo, 2013) se publicó en Francia en 2012, de modo que nos llega bastante pronto. Se trata de un texto comparatista, en el sentido que yo prefiero: no sistemático, de dos elementos claramente desiguales en la forma (el pensamiento de un psiquiatra como Freud y la obra escrita de un narrador). Tadié se permite saltarse todas las licencias académicas (salvo la de la acuidad), cosa de la que me alegro, acaso sea lo mejor del libro la libertad radical con la que enfoca su aproximación parcial a las confluencias de dos genios. Si lo he entendido bien, el lago desconocido es justamente todo lo existe de común (palabra que viene de cabeza) entre Freud y Proust. Se trata de rastrear el territorio líquido que ambos comparten. Partiendo del sueño, del acostarse, del dormirse y de cuanto ese gesto cotidiano revela consciente e inconscientemente, al que dedica casi en exclusiva los cinco primeros capítulos, Tadié recoge después la galería completa de realidades que conforman ese “lago” pleno de riquezas: comenzando por la referencia a las metáforas de la arqueología, el gran tema de la memoria (especialmente de la memoria involuntaria) sobre la que escribió otro libro espléndido (Le sens de la mémoire), la infancia, las mujeres, la homosexualidad, los celos, los actos fallidos, el chite y el duelo. Creo no obstante que el centro del libro está formado por el capítulo sexto, titulado Las primeras percepciones del inconsciente proustiano. “Sonsacar a la noche y al silencio aquello que no es visible, no audible, no decible: éste es el objetivo de Proust. Transformar en conciencia la experiencia más amplia posible, como dice Malraux, pero una experiencia interior. No estamos muy lejos de las pulsiones de Freud.” No conozco una definición mejor de ese mundo que es literario y real que ha conformado la sensibilidad moderna. “Por el camino de Swan – añade Tadié unas páginas más adelante– es la historia de este insólito regreso a la conciencia” (74)
“En busca del tiempo perdido” marca en más de un sentido mi camino. Creo que cualquiera que se haya parado a hablar conmigo más de una hora sabe que Proust es mi escritor favorito: lástima que no lo analizáramos en mi año. Aunque conseguí que algunos alumnos más jóvenes me contaran tus análisis sobre él.
Buscaré este libro, me interesa muchísimo. Hace poco tuve una asignatura en el Máster, “Conciencia y subjetividad” y también hablamos de ese volver a la conciencia del despertar proustiano.