Revista de Occidente es probablemente la revista más señera del panorama cultural español. Su origen en la mente de Ortega, su trayectoria de la mano de los Vela y Garagorri entre otros es comprable si no superior a otras afines como la NRF o tantas de las anglosajonas renombradas pero menos ambiciosas y universales. A nadie – creo– le descubro nada pero sí quiero dejar constancia de que, bajo la dirección de Fernando Rodríguez Lafuente, la revista está haciendo un esfuerzo de apertura y profundidad del que es una buena muestra el número doble 374/375 dedicado íntegramente a la noción de secreto. Confieso que, conocida la nómina de colaboradores y de autores de los que se habían recopilado textos (entre los que destacan Walter Benjamin, Canetti, Auden, Brodsky, Semprún, Eco, Henry James, el propio Ortega y muchos otros), esperaba que el enfoque fuese más general y en cambio me encuentro (lo que creo un avance) con un sesgo más político y semiológico que ontológico de la realidad fascinante del secreto. No importa porque lo otro habría dado un resultado más disperso y habría carecido del interés actual que sin duda el editor del número, Jorge Lozano, ha sabido dar al conjunto. Un número especialmente destinado para dar que pensar en los momentos convulsos en los que vive Occidente.
En un plano distinto, Letras Libres, otra revista destacadísima en nuestro panorama mental (¿por cuánto tiempo podremos disfrutar de ellas hasta que algún prócer se la cargue?, el antecedente de como Rodrigo Rato fulminó Revista de Libros está demasiado cercano como para no mencionarlo). Su número de verano, el 131, está dedicado a la presentación de Once escritores ocultos. Los raros. Jorge Baron Biza, Irene Polo, Gómez-Dávila, el recientemente fallecido Cristóbal Serra, Juan Emar, Copi, Osvaldo Lamborghini (siempre creí que no podía existir nadie con un nombre así de bello), Efrén Hernández, Pablo Palacio, Francisco Tario (de quien Atalanta acaba de publicar su opera omnia, como Anagrama por cierto ha recuperado recién a Copi en dos volúmenes) y para terminar la eclipsada Zenobia Camprubí. A mí me gustan los raros porque los veo de lo más normales. Lo raro tendría que ser lo vulgar y lo manido, lo cursi, lo complaciente. Los once tienen una obra digna de ser revisitada y conocida. En Letras Libres podemos comenzar a hacerlo de la mano de una nómina correspondiente de comentaristas notables (Pron, Pauls, Malpartida, Tabarovsky, etc). Otro número de revista para leerlo, pasarlo y después conservarlo bien a mano como se merece.