Cartas a Eva Haldimann (Imre Kertész)

En un escrito poco conocido George Steiner afirma que “la acechante sombra de Hitler me hizo”. Y en otro de sus libros Kertész señala que “no se puede vivir la libertad allí donde hemos vivido nuestra esclavitud”. Creo que es en esta doble longitud de onda en la que puede leerse este libro (que es todavía mucho más que las cartas que contiene) publicado por Acantilado.

La vida de Imre Kertész, y por supuesto su obra, esa media docena de narraciones de distinta longitud y siempre del máximo interés y calidad literarias, esos textos varios con un trasfondo autobiográfico, incluido Sin destino, a mi juicio la mejor novela que se haya escrito sobre la realidad de la Shoah, pero también escritos tan inclasificables como Yo otro, Diario de la galera o Dossier K, a cual más apasionante, y por supuesto ese libro de ensayos, Un instante  de silencio en el paredón, acaso lo mejor de toda su producción, quedan ocultos en una frase que aparece en esta última entrega: “No crean que fue fácil construir un individuo a partir de los restos de mi personalidad pisoteada por las botas y mantenerlo de manera continua a pesar de todo, de lo cual he dado fe hasta el día de hoy en mis trabajos, en mis obras”.

Lo épico en Kertész coincide con lo humilde, con lo vulnerable, con lo frágil. Y eso da la medida de su grandeza como escritor y como hombre.

Ese espíritu lúcido, apasionado, complejo y tierno rezuma en cada una de las cartas que dirige a su amiga Eva Haldimann. Ella vive en Suiza, y él sobrevive tras el telón de acero. Ella respira el aire de la libertad; él, que casi es fulminado por la barbarie del nacionalsocialismo y el nacionalismo húngaro, se atufa después por el comunismo y, más recientemente, por la mezcla letal y omnipresente de todo ello que sigue flotando, “como una carga de alquitrán líquido”, sobre el paisaje y el paisanaje de Hungría. Veinticinco años de trato epistolar que se corresponden con la tardía, lenta pero segura eclosión de una de las obras literarias mayores de la segunda mitad del siglo XX, hasta llegar en el año 2002 a la merecida concesión del Premio Nobel de Literatura. Eva Haldimann supo ver anticipadamente la profundidad y la belleza de lo que Kértesz tenía que decir, y él se sintió acogido por su inteligencia y por su corazón hospitalarios. ¡Que nadie se pierda los fragmentos de las reseñas que Haldimann escribió (fueron las primeras y durante años las únicas) acerca de un autor que estaba literalmente silenciado en su país de nacimiento y que por ende era desconocido a occidente!

Sesenta cartas de Kertész y sólo las dos que se conservan de Haldimann: una para condolerse de la muerte de la primera mujer del escritor y otra con ocasión del Nobel.

Una vez más Adan Kovacsics ha puesto a disposición de los lectores de habla hispana este valioso material, traduciéndolo con la pericia y claridad habituales en él, anotándolo y revistiéndolo puntualmente para facilitar una verdadera comprensión del mismo.

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