Ahora que se acerca el verano, pienso en Emily Bronté, la gran poetisa de Thorton, y en particular en sus poemas sobre la nieve y la muerte. Hermana de Charlotte (la autora de Jane Eyre) y de Anne, Emily escribió una de las diez mejores novelas de todos los tiempos (Cumbres borrascosas), de la que hablaré pronto aquí, y un puñado de poemas que ni siquiera se atrevió a publicar con su nombre. Personaje solitario y fascinante, visionario y al mismo tiempo dotada de un agudo sentido de lo real, puso en práctica la idea pascaliana de que las grandes venturas de la vida son las aventuras interiores. De ella dijo su querida hermana Charlotte: “Mi hermana Emily amaba el páramo. Flores más relucientes que las rosas florecían para ella entre los pardos brezales; de la más pálida ladera de una colina podía hacer su mente un Edén. Encontró en la amarga soledad muchos y queridos deleites, y era de ellos la libertad el más amado”. De la nieve dijo cosas maravillosas tales como:
O transient voyager of heaven!
O silent sign of winter skies!
What adverse wind thy sail has driven
To dungeons where a prisioner lies?
For many a week, for many a day,
My heart was weighed with sinking gloom,
When morning rose in mourning grey
And faintly lit my prison room;
But, angel like, when I awoke,
Thy silvery form so soft and fair,
Shining through darkness, sweetly spoke
Of cloudy skies and mountains bare.
Sus versos, clásicos y rotundos, hablan de la nieve como de un visitante luminoso, en cuyo esplendor los ojos cansados de los hombres redescubren la belleza de otro mundo. Un elogio del rigor y del frío, del silencio que penetra poco a poco en el alma y le hace comprender el sentido del tiempo y de la muerte: “Then let us sit and watch the while/the blue ice curdling on the stream”
Emily Bronté vió en la nieve un signo de los esplendores de la muerte. En su poema The visionary dejó constancia de esta identificación. Mientras los demás duermen seguros materialmente, sólo el poeta vela de noche y espera la caída de la nieve y los presagios que se esconden entre las sombras blancas que se extienden por los paisajes del alma:
Silent is the house; all are laid asleep
One alone looks out o´er the snow wreaths deep,
Watching every cloud, dreading every breeze
That whirls the wildering drift, and bend the groaning trees
What I love shall come like a visitant of air,
Safe in secret power from lurking human snare;
What loves me, no word of mine shall e´er betray,
Though for faith unstained my life must forfeit pay
Burn, then, little lamp; glimmer straight and clear-
Hush! a rustling wing stirs, methinks, the air;
He for whom I wait, thus ever comes to me;
Strange Power! I trust thy might; trust thou my constancy
(Traducciones:
¡Oh fugaz peregrino del cielo!
¡Oh señal silenciosa de los cielos en invierno!
¿Qué viento hostil tu vela ha conducido
a la cárcel donde yace el prisionero?
Día tras día, semana tras semana,
el corazón ha sentido una honda tristeza
cuando con grises de luto nacía la mañana
y apenas iluminaba mi habitación, mi celda.
Más cuando depertaba, igual que un ángel,
tu forma de plata tan suave y hermosa,
brillando en lo oscuro, con dulzura hablaba
de cielos nubosos y desnudas montañas.
***
Siéntate pues conmigo a mirar el instante
en que la helada azul va cuajando en el río
***
Silencio en la casa: están todos dormidos.
Sólo alguien mira la nieve amontonarse,
contemplando las nubes, temiendo que las brisas
agiten los cúmulos de nieve y los gimientes árboles.
Visitante del aire, así vendrá mi amor;
con secreto poder, a salvo de las trampas acechantes del hombre.
No habrá palabra mía que traicione al amado
aunque deba pagar mi vida por esta limpia fe.
Arde, pues, lamparita; clara y pura centellea.
¡Silencio!: un ala susurrante agita el viento:
es el esperado que ya viene hacia mí.
¡Extraño Poder! En tu fuerza confío; confía tú en mi constancia.
Las traducciones son de Ángel Rupérez. Las fotos son del Moncayo nevado: uno de los paisajes más bellos del mundo por el que paso no menos de veinte veces cada año)