Notas para un diario 248

Hay un poema de Supervielle en el que se llama a Dios Dios pequeño y separado.

Ò Dieu très atténué
Des bouts de bois et des feuilles,
Dieu petit et séparé…

Me resulta emocionante esta denominación. Más adelante escribe de Él que “siempre está a punto de dejar/el corazón de un hombre que renuncia/a retenerlo, a saborearlo”. De hecho, dice en una de las frases más bellas que se han escrito sobre Dios: “Tu es toujours en voyage”. La teología dice que Dios es ubicuo pero la poesía añade que Dios es el gran viajero. Yo así lo pienso: Dios en el seno materno de paso por la aldea de Belén, Dios en exilio a Egipto, Dios errante por el desierto y por Galilea, Dios que sube a Jerusalem para el gran adiós, Dios en exilio en la presencia real (¿cabe mayor separación, compatible con una identificación sustancial?). La separación.

Siri Hustvedt afirmó algo análogo cuando reflexionaba sobre como, tras quince años unida a Paul Auster, entre ellos seguía habiendo atracción y deseo sexual. “La atracción permanece porque hay algo en él que no consigo alcanzar, algo extraño que nos separa.” (Una súplica para Eros). De nuevo el arte de la separación.

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