Pero volviendo a Modiano, él nace cuando la segunda guerra mundial estaba acabando (con casi todo): las negociaciones de Postdam concluyeron por esos días consolidando a la Rusia soviética para una generación entera, y una semana más tarde el horror nuclear se cernía sobre Hisroshima y Nagasaki provocando de inmediato la rendición japonesa.
Toda la obra de Modiano es un largo recorrido por los restos del naufragio que significó esa guerra. Aunque se centra geográficamente en el París postbélico, que es el París de su infancia, en los ecos de las pisadas de sus personajes resuena un dolor y un desarraigo a escala universal. Esa es una parte de la riqueza de un relato como Perro de primavera (El Aleph, 2012).
Como ocurre a menudo en la literatura modianesca, el relato es una enquête imposible, una búsqueda de algo que se sabe de antemano irremediablemente perdido. En este caso se buscan los restos casi inexistentes de una figura apenas conocida, la de un fotógrafo para el que el narrador trabajó ordenando sus fotos en el año 1964 (Modiano tenía entonces 19 años). La guerra ha hecho estragos en la vida del reportero gráfico y le ha convertido en un ser huido y huidizo, refractario al trato y a la conversación, que ha abandonado el barco de la vida antes de llegar a puerto y que lucha, como tantos otros personajes contemporáneos, por menguar, por desaparecer, por esfumarse.
Modiano se resiste a que no quede nada de todo lo que ha entrevisto. En una actitud a medio camino entre el afán y el desdén, rastrea lo poco que queda de aquel mundo. “Me haría gustado entrar por efracción en aquella sala donde, poco a poco, se había depositado el polvo del tiempo”, escribe el narrador. Le guía el recuerdo, pero sobre todo el deseo de que, cuando todo parece perdido, al menos quede algo, un chisme o un cachibache al que poder agarrarse como a una tabla de salvación. Una actitud análoga a la de quien por la mañana intenta revivir un sueño. Apenas le quedarán jirones. El resultado no es brillante, acaso tampoco sea significativo, pero para los melancólicos incurables como Modiano o como yo es algo totalmente emocionante.
Pero, en donde reside el secreto encanto de este escritor. A veces me lo pregunto. Tiene que tratarse de un recurso formal: si no no estaríamos hablando de literatura. Creo que esta vez, en este relato del año 1993, una narración ascéticamente austera y frontal, he entrevisto por fin algo; me ha ayudado sin duda la excelente traducción de Gabriel Hormaechea (conocía desde luego su Rabelais). Tiene que ver con el uso en paralelo que hace Modiano de tres tiempos verbales: el pretérito imperfecto de indicativo con el que se narra un pasado que no termina de pasar, el pretérito perfecto con el que describe sus propios actos en el pasado y con el presente de indicativo. “Hoy me arrepiento de no haber cogido algunas fotos de las maletas”. El secreto está en el “hoy” y en la mezcla, en los inapreciables transportes que se realizan entre unos tiempos verbales y otros. Eso hace que la historia que se cuenta, en este caso la historia del fotógrafo Jansen, sea en realidad la historia del narrador (y por extensión la nuestra). Como en una foto en la que simultáneamente confluye la realidad fotografiada, la realidad más viva aún de la mirada del fotógrafo y la realidad actual de quien mira esa foto.
Mientras lo releía recordaba (igual es un tontería) aquel trozo de cristal de “1984”, reminiscencia casi única, de un pasado reciente, del que prácticamente, no quedan huellas.
Me ha gustado su visión.
Saludos.
no me parece una tontería
gracias por el mensaje
Gracias por recordar al gran Modiano. Interesante tu punto de vista, pero creo personalmente que su grandeza reside en el constante abandono que Patrick Modiano sufrió desde la tierna edad por parte de sus padres, su deambular y su desgaste por las miles de calles parisinas, es en realidad un fiel reflejo de su vida, más que autobiográfico, se “encarna” en algunos de sus personajes y siempre destaca su dolor, su abandono, los recuerdos de su soledad, más al fallecer su hermano Rudy, a quien verdaeramente amó y ese descubrirse repetidamente en cada novela, porque fueron las cosas que en realidad le dolieron y marcaron, como él mismo lo ha dicho en algunas entrevistas. Si bien es cierto, su vida estuvo marcada por las ausencias de sus padres, sus huidas del internado para deambular solo por París, la “inconsistencia” de su madre, tan ausente quien siempre encargaba lo cuidara una vecina u otras personas, aspectos por los que parece ir buscando en cada uno de sus libros, una identidad, una huella, un recuerdo, algo o alguien perdido en un pasado ya borrado o que el tiempo se empeña en diluír.
Saludos cordiales.
Gina
saludos Gina, Alvaro