Notas para un diario 247 (El arte de la separación)

En 1922 vio la luz Tristia, el segundo y a mi juicio más importante libro de Osip Mandelstam. Dentro hay un poema específico con ese nombre. Comienza con este verso que cito de modo más o menos literal a partir de las traducciones inglesas de Josif Brodsky y del gran James Greene (un tipo con auténtico don de lenguas que también tradujo nada menos que a Pessoa; en ambos casos se trata de las mejores versiones de sendos poetas a dicha lengua):

“He profundizado en el arte/la ciencia de las separaciones”.

I´ve mastered the craft of separation. Sin duda, diga lo que diga en concreto en ruso (profundizado/estudiado/dominado, arte, oficio o ciencia, separación o separaciones), se trata de uno de los grandes versos del siglo XX. Para mí ahí está todo el secreto del arte de escribir, desde el origen de la letra escrita en los albores del sedentarismo humano y el inicio de la civilización. El resto del poema es una auténtica maravilla:

From nocturnal laments when hair flows loose
Oxen chew, waiting lengthens
This last hour of vigil in the city
And I honour the rituals of that cock-crowing night
When, lifted the journey´s burden of grief,
Tear-stained eyes gazed into the distance
And the singing of Muses blended with the weaping of women.
Who can Know from the word goodbye
What kind of parting is in store for us,
What the cock´s clamor promises
When a light burns in the acropolis…
Everything existed of old, everything happens again,
And only the moment of recognition is sweet.

 

Solo cito la primera stanza completa, el comienzo de la segunda y unos versos del final de la tercera. ¡Cuántas maravillas esconde para el que se quiera detener unos instantes! Qué evocaciones traen estos versos casi perfectos. La gran pregunta sin duda es: ¿de qué quería separarse? Mandelstam escribió este poema un año después de la Revolución de octubre. Se sentía separado de tantas cosas que veía con horror. Pero está contado lo que ocurre no obstante como una historia de amor. Lo sé por la presencia del vigía nocturno en el cuarto verso: el párpado del ojo traduce Brodsky en su atrevida versión. Los trovadores crearon la alborada, un canto en que los amantes mantenían un tercero que vigilaba para ellos porque sus amores eran tan intensos como prohibidos. Despunta el día. Pasa la verdadera vida. Canta el gallo (es el gallo que anuncia a voz en cuello la traición pero sobre todo es el animal, como el buey que murmura al masticar, el murmullo irracional y mítico que nos anuncia sutilmente que no sabemos nada, que todo lo esencial escapa en parte a la razón) y hay que separarse del amado. Hay que decir goodbye. Como Ovidio cuando hubo de salir de Roma. Ovidio el poeta; Ovidio el erotómano. Todo ha existido ya (nihil novum sub sole),el gallo, la noche, el amor, el cabello suspendido de los amantes, las lágrimas, el fardo de la pena, las Musas, las mujeres, la luz en la acrópolis, todo ha sido escrito ya antes de modo análogo en versos precedentes porque el alma humana no cambia y las palabras apenas tampoco: el momento del reconocimiento de esas deudas verbales es el más dulce. Al poeta no le importan las repeticiones y “se embriaga con el vino de los clásicos”. Exilio y literatura se dan la mano. Me emociono al leerlo si pienso – estos días en los que escribo con dureza el final de La tercera persona – que para escribir hay que separarse de la realidad pero, no es menos cierto, para separarse de la realidad hay también que poner las cosas por escrito.

2 Comments Notas para un diario 247 (El arte de la separación)

  1. marijke boucherie 25/01/2013 at 13:57

    yes, you are right: the last sentence you write is very true. Thank you for this. Marijke

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  2. Álvaro de la Rica 25/01/2013 at 17:40

    Thank you Marijke, everything you say means a lot for me, Álvaro

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