Notas para un diario 240

“La verdad es que era encantador. Tenía una mirada limpia”. No me cabe duda. Pero no tengo capacidad de abrirme a nada, ni siquiera a la muerte del prójimo. Y ademas, ¿quién es mi prójimo? “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó…” Qué bien se aplica al hagiógrafo el lema del nuevo periodismo: “Show, don´t tell”. Pero alguien escribió que mi libro era uno de esos  en los que el lector lee un material escrito más que un material contado. Mira, en eso Jacob y yo somos uña y carne, los dos somos meros comentaristas. Yo al menos no tengo ni la más remota idea de como contar una historia. Si la escribo, en cambio, me defiendo. Llevo días encerrado en mí mismo, escribiendo las partes tercera y cuarta, y estoy con la piel levantada. Y te siento lejos, muy lejos. Se crea a mi alrededor un círculo de fuego que casi nadie se atreve a cruzar, y desde luego yo no se lo recomiendo a nadie que lo haga. Eso veo yo en este autorretrato velazqueño de Derain. Una ausencia del retratado. Sólo la ausencia puede compararse con la presencia. Tertium non datur

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