Noches Insomnes (Elizabeth Hardwick)

Existe un paralelismo entre Noches insomnes (Navona Editorial), el libro de recuerdos que la prestigiosa autora norteamericana Elisabeth Hardwick escribiera a finales de los setenta del siglo pasado y el cada vez más célebre y alabado París era una fiesta, las memorias con las que Ernest Hemingway quiso revivir sus inicios como escritor en el París de finales de los años veinte. Para quien haya leído este último, acaso la mejor guía de una ciudad en la que el movimiento poético moderno había explosionado, libro de una inteligencia literaria rara y de una ternura emocionante, asomarse al de Hardwick bien puede prolongar el placer de aquella lectura. En ambos están expresadas con la naturalidad de la poesía mejor no pocas de las claves literarias de un siglo que, en esto sí, ha sido dorado. París era una fiesta es un libro escrito desde un fuerte sentido de culpa, lo que sin duda lo convierte en una pieza documental decisiva para entender la trayectoria literaria de su autor. Hemingway, en el crepúsculo de su vida, consigue por fin algo que siempre anheló: hacer compatible en un texto la realidad (su amor a la literatura, su por entonces recién estrenado matrimonio, su paternidad y la posterior traición amorosa, su amor a la naturaleza y a los libros) con el ajuste a una forma literaria que aprendió no tanto, como se insiste, en el ejercicio del periodismo sino en la sabia compañía y en la lectura atenta de los autores de la generación anterior a él: Gertrude Stein y James Joyce muy especialmente. Noches insomnes en cambio es un libro escrito desde la incertidumbre. Las trayectorias de ambos autores difieren pero al final convergen en un punto. Después de dos novelas que nunca le satisficieron, Elisabeth Hardwick encontró aquí su voz más firme y subsistente. Entrenada en los problemas estructurales que toda novela notable exige dominar, decidió que su tercer libro (con el inestimable testimonio vital que contiene: en definitiva las grandes etapas de su vida) creciera desde dentro, frase a frase, conformando la imagen de sí misma que siempre persiguió. Si Hemingway retrató como nadie los años veinte parisinos, Hardwick bosqueja un Nueva York que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se había convertido en el centro artístico del mundo. La lectura de sus páginas nos ofrece una imagen tan real como eficaz de un mundo cuya creatividad (en poesía, en música, en arquitectura, en pintura) pasará también a los anales de la historia cultural del mundo. Los maestros de Hardwick, con todos los matices que habría que añadir a esta afirmación, son los mismos que tuvo Hemingway, los poetas del modernismo literario ya nombrados. Entre la culpa de Hemingway y la incertidumbre de Hardwick hay algo más que un salto generacional. Para quien esté interesado en esto, ella mismo hizo la anatomía de las consecuencias literarias de la pérdida del sentido de culpa en un ensayo en el que analizaba la entonces recién publicada Lancha rápida de Renata Adler titulado “El sentido del presente” (1976).

1 Comment Noches Insomnes (Elizabeth Hardwick)

  1. Phil Camino 14/12/2018 at 16:03

    Acabo de terminar el de Hardwick, mientras leía tenía que respirar, notaba cómo las palabras se colaban hasta el estómago, pasando por el esófago y el corazón. No hay víscera que no se resienta. Es literatura endeble. Es Literatura, así, a lo grande. Y como dice Muñoz Molina en el prólogo, la descripción que hace de Billie Holiday, es de las mejores, o de las mejores que he leído.

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