María Josefa Huarte

Hubo un momento dado, mejor dicho unos largos años, en los que MJH no quiso comprar más obra. Era lógico. No sabía cuál sería el destino final de la colección. Los reiterados intentos por acordar algo con el Gobierno de Navarra no fructificaban. Los políticos hacían números y sabían por dónde andaría el déficit de un empeño semejante. 2 millones de euros anuales. No se podía asumir. El dinero de la CAN se dilapidaba a manos llenas, pero para un proyecto intelectual de fondo ni hablar. Y, siendo así, a quién le brota de forma natural adquirir obra para lo que parecía cerrado y clausurado, por falta de comprensión. Cuando MJH vislumbró la salida de constituir un museo en la UN, lo primero que me dijo fue: “Álvaro: quiero comprar más obras. Habla con Tomàs, pero yo ahora mismo veo dos artistas: Brice Marden y Sean Scully. ¿A ti qué te parece?” “A mí me parece acertado”, le respondí. “Pues bien –añadió– creo que son dos artistas que ayudarán a los visitantes, no ya a mirar sino, a ver. Éso es lo que deseo. Hay que ir por el camino difícil. Al fin y al cabo en ningún sitio eso puede realizarse como en una universidad. Allí encontrarán el contexto, el comentario, la explicación, ésa es vuestra labor de profesores, y más que nada, los alumnos tienen por delante el tiempo para encontrarse con las obras. Eso es lo esencial. La apertura. El desinterés. El ocio. ” Me dejas atónito, respondí, comprendes muy bien lo que significa el aprendizaje y la vida universitaria. Para muchos de nosotros, eso que tú planteas se ha convertido en un ideal irrealizable”*. Tomàs estaba de acuerdo en Scully y Marden por la coherencia interna de la colección. Hicimos algunas gestiones concretas, pero serían las últimas porque la mente de MJH comenzaba a declinar a una velocidad angustiosa. Pero, a mi modo de ver,  la pregunta ahora es la siguiente: ¿qué continuidad ha tenido, de hecho, la idea de MJH? Trataré de contestar poco a poco.

 

* Poco tiempo después, me quedé asombrado al leer estas frases con las que Brice Marden respondía a un periodista que le preguntaba por las razones por las que pintaba: “Pinto, porque es mi profesión. Y pinto, porque creo, que es la mejor manera en la que, como ser humano, puedo pasar mi tiempo. Pinto para mí. Pinto para mi mujer. Pinto para todo el que quiera mirarlo. De verdad, para todo el que quiera verlo. Me refiero a ver no sólo a mirar. Claro, yo hago todo lo posible para ofrecer a las personas algo que ver. Es decir, proporcionarles toda la información que yo pueda darles. Y más allá de eso, son ellos quienes tienen que preocuparse. ¿Entiende? Como en todas las demás cosas. Cuanto más se reacciona ante algo, cuanto más abierto y más dotado de imaginación se es cuando se está tratando con algo, tanto mejor será la experiencia. (…) Es difícil observar pintura. Es difícil, es una tarea trabajosa, pero muy, muy gratificante. Tan trabajoso como escuchar una buena pieza de música. Muy complicado. Hay que reflexionar mucho. Hay que conjugar los más diversos elementos en la cabeza, en la imaginación y en todo el cuerpo. Y entregarse totalmente. Es una gran experiencia. (…) Es algo muy profundo y conmovedor” (1976)

(En la foto, Untitled, BM, 1963)

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