Estamos de lleno en los últimos días del año, y se acercan los primeros de otro. Son días u horas más intensas: tanto al final de algo como al principio de una etapa se suelen hacer las cosas con un mayor grado de consciencia, tratando de acertar. También puede ser que, sobre todo al final, si uno está deprimido, deje pasar las horas como quien ya no aguarda a nadie ni a nada en ese período, lánguidamente, cifrándolo todo al nuevo año, o acaso sin atreverse a esperar tampoco nada del tiempo nuevo que vendrá. La estructura de los lapsos de tiempo sobre los que transita la vida (los minutos, las horas, los días, las semanas, meses o años, las etapas de crecimiento, los periodos de trabajo o de estudio, y hasta la misma vida) siempre es la misma. Una jornada. Del alba al crepúsculo, del atardecer a la alborada. Nacimiento, crecimiento y muerte. Las tres cosas contenidas en una hora, en un día o en toda una vida. Principio, medio y fin. No hay nada más, ni nada menos. Se “salvan” el instante y la eternidad, pero eso es otra historia distinta. Física pero sobre todo pura metafísica. Yo he aprendido que todo se desarrolla en un instante pleno de sentido. Que un átomo de tiempo vale la vida y que la vida se mide en un punto de tiempo. Supongo que tiene que ver con la teoría de la relatividad, algo que los monjes medievales conocían bien como lo muestra la leyenda dorada del sueño de San Virila, célebre Abad del Monasterio de Leyre. Y escribo esto no tanto porque me importe que estemos en los últimos días del año, ni porque pronto nos tocará vivir en los primeros del 2014 (insisto en que yo vivo cada día y cada hora como si fueran a la vez los
primeros y el último; lo cual dicho sea de paso significa vivir sin miedo o mejor dicho vivir superando el miedo o los miedos que nos impiden precisamente vivir), sino porque ayer sin ir más lejos estuve en una nueva librería en Pamplona. Se llama Walden y la ha creado Dani Rosino. ¡Qué crak! Me preguntaba al volver a casa si Dani será el último librero o el primero de una nueva era. El Evangelio proclama que los últimos serán los primeros. Hay gente haciendo cosas, como siempre la ha habido. El espíritu no mengua. Como mi amiga María Lachiondo Camuñas que hace fotos tan maravillosas como la que ilustra esta entrada. María ha captado el instante en el que su hermana Sylvia da forma a una pintura. Motivos y signos todos ellos de profunda esperanza.
Un texto precioso, así como la imagen. Precisamente hoy estaba pensando en los rituales diarios, en los propósitos para el año nuevo, en el instante y la duración (recordando el poema de Handke). Creo que es la primera vez que comento en tu blog, aprovecho para enviarte un saludo.
Como siempre, querido Alvaro, un texto lleno de sentido una vez más. Gracias por compartir tus pensamientos. Y Feliz Año.
¡Muchas gracias a las dos, y muy Feliz Año, a ver si nos vemos pronto!
Alvaro, vuelvo a este trozo de belleza, gracias por tu cándido corazón y sensibilidad. Como dicen: “La belleza está en los ojos del que mira” muchas veces.
Un fuerte abrazo y gracias
Gracias a ti, María, por la foto y por el mensaje