La relatividad del tiempo

Uno de los placeres (intelectuales) mayores es el de descubrir un sentido nuevo a una frase o a un texto que hemos rumiado durante años, esas palabras de significado inextinguible cuya profundidad intuíamos pero que estábamos lejos de suponer siquiera que un día se nos abrirían, aunque fuese en parte. Los caminos por los que uno llega a descubrir esas capas freáticas del sentido son infinitos a su vez y han dado lugar en ocasiones al relato de enormes aventuras interiores. Llevo días pensando en la relatividad del tiempo, en el hecho de que con frecuencia la dimensión sucesiva del mismo (antes-ahora-después/presente-pasado-futuro) se transforma en un trompe l´oeil que nos esconde lo esencial: que hay otros órdenes en el tiempo, incluso de tiempo vital y psicológico, que son los que debemos seguir, con independencia de que no se correspondan con el orden sucesivo de las cosas que nos pasan en la vida. Es por eso por lo que finalmente el término y el comienzo de la existencia se acaban cerrando en un bucle, y el padre acaba siendo el hijo y el hijo el padre, lo que Unamuno llamó la filialidad. Pero no quiero ir a eso ahora: he pensado últimamente en los diversos órdenes del tiempo porque hay veces que podemos vivir acontecimientos por adelantado, realidades que en la línea sucesiva del tiempo aparecerán sólo más tarde, y que no siempre resulta bueno observar la linealidad ya que lo importante, aquí como en todo, es dejarse guiar por un orden cuyo valor debe establecerse a su vez con una escala jerárquica. Lo primero que tenemos que hacer no es siempre lo que tenemos inmediatamente delante. Y a veces hacemos cosas que ojalá que pudieran corresponderse con el orden sucesivo de los acontecimientos: la realidad muestra que sólo se ordenarán de un modo visible más adelante y gracias precisamente a que no hemos observado el orden de la primera capa, que es el más superficial.

Pues bien, todo este embrollo (sé bien lo que me digo) me ha ayudado a comprender la famosa frase de Fray Luis de vuelta en su cátedra: Decíamos ayer…  La había entendido claro, y la había tomado más bien como una manifestación de la ejemplaridad del maestro incapaz de guardar rencor a nadie, después de tanto dolor y de tanta injusticia sufridas. No había captado suficientemente que lo magistral no es tanto el aspecto inmediatamente moral sino la lección de vida que supone decir, con las mínimas palabras,  que hay órdenes de tiempo que importan mucho más que el del tiempo lineal. Al autor de la Oda a la vida retirada, pudieron encerrarle pero no pudieron sustraerle del único orden del tiempo en el que él quiso vivir.

1 Comment La relatividad del tiempo

  1. Juan Pablo L. Torrillas 26/04/2013 at 09:59

    “¡Qué descansada vida, la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios, que en el mundo han sido.” Fray Luis de León

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