El giro vilamatiano

“Recuerdo todavía las cosas absurdas que, a lo largo del viaje aéreo, pensé que podía encontrarme en Lyon y cómo acabé quedándome dormido”, dice el protagonista de Perder teorías de Enrique Vila-Matas. No se sabe si entró en el sueño o en el sopor; por el contexto, más bien parece lo segundo. Pienso que ese relato, coda de Dublinesca, podría haberse titulado Las teorías perdidas. Ya en la novela joyciana de Vila-Matas, Riba, el último editor literario del planeta, o casi, en un momento de lucidez – poco antes ha hablado literalmente de un segundo nacimiento–, dice esto otro: “Ahora comprendía por qué había tenido que situarse a ras de suelo para lograr tener una cierta sensación de supervivencia”. Humildad que viene de humus, y que significa tierra, pero también barro y lodo. El fin de Gutenberg y del sueño liberal. Después, lógicamente, en la trayectoria del escritor de Barcelona, vinieron Kassel y Marienbad. Para mí se trata, una vez más, de los modos de enfrentar el problema del realismo en literatura. (Ojo que no hablo de Cela precisamente, sino de la realidad de las ideas, el eleatismo del que partió Platón). Creo que he comprendido este giro vilamatiano (¿un desistimiento?), el giro de la palabra a la imagen,  leyendo J´suis pas plus con qu´un autre, el único texto que Henry Miller escribió directamente en francés. Ese escrito, fundamental, surge de un consejo que, en un contexto análogo pero inverso, le hace el gran Joseph Delteil al autor de Trópico de cáncer a propósito de la frase de San Francisco de Asís: “N´ensayez pas de changer le monde. Changez du monde”. Más que una retirada táctica; es el arte de la separación. Al fin y al cabo, la trayectoria de Enrique Vila-Matas comenzó en el cine, o sea en las artes plásticas.

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