Lo que más me impresionaba de pequeño, en la catequesis y en la Misa, era el inicio del Credo: “Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem coeli et terra, visibilium omnium et invisibilium”. De mayor me ha seguido impresionando, también el hecho de que se pueda recitar “alegremente”, sin reparar en lo que se está aceptando, en ese “de todo lo visible y lo invisible”. A mí no me ha hecho falta forzar nada: mi naturaleza es de creyente y me siento muy a gusto, cada vez más, en medio de todo lo invisible. El cuerpo de mi madre yace a las afueras de Madrid. No he ido jamás a ver la tumba. Ni creo que lo haga. No me hace falta. En cambio pensaba estos días, mientras ordenaba la biblioteca, que si tuviera un libro escrito por ella lo leería a diario, lo acariciaría, incluso dormiría con él pegado al pecho. Algo muy similar me ocurre con los libros que me rodean mientras escribo. En su mayoría pertenecen a muertos, pero son muertos que para mí están muy vivos. Es algo muy especial. Estos días he sentido más que nunca sus voces y su benigna presencia. Algunos parecían susurrarme que los colocara aquí o allá, cerca de éste o bien lejos de aquel otro. Me ha parecido oír a Pasternak sugerirme que su lugar estaba con los novelistas del XIX y no con los del XX. En cambio Nemirovsky me ha gritado que con ella ni se me ocurriera, y Bunin me ha pedido que le dejara reposar con los franceses, en vez de con los escritores de su país. Edith Wharton y Gertrude Stein han pedido exactamente lo mismo. Los libertinos del XVII y del XVIII se han empeñado en agruparse con los místicos de la misma época. Entre ellos existe profunda comprensión. Silenciosa pero real. Los autores griegos y romanos conviven con los judeocristianos y neoplatónicos de los primeros siglos. La Biblia está en el centro, muy cerca de la Commedia. El Quijote lo domina todo, desde la picaresca hasta todos los poemas de amor que en el mundo se han escrito, de Safo a León Hebreo, de Chrétien a Emily Brönte, de Garcilaso a Bocángel, de Altolaguirre a Tranströmer. Me han soplado muchas más cosas pero eso te lo reservo sólo para ti.
De vivos y muertos
P.S: una parte de la secuencia está en FB
me gusta, son los mismos rincones, los que nos gustan en plural luego
Tu comentario me ha hecho recordar que también Quevedo decía más o menos lo mismo en su soneto 'Desde la torre':
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
Es increíble el calor y cobijo que los libros amados pueden llegar a darnos…
Un saludo
Un lujo de comentario. Gracias!
Hola, quizás os interese saber que tenemos una colección que incluye el relato 'The Other Two' de Edith Wharton en versión original conjuntamente con el relato 'Parson’s Pleasure' de Roald Dahl.
El formato de esta colección es innovador porque permite leer directamente la obra en inglés sin necesidad de usar el diccionario al integrarse un glosario en cada página.
Tenéis más info de este relato y de la colección Read&Listen en http://bit.ly/ojRTWA
Álvaro, me ha gustado tu escrito. Un beso
Muchas gracias
Un abrazo a todos!
"Leemos para saber que no estamos solos" No recuerdo si es del libro de Lewis "Una pena en observación", o de la peli basada en el relato, pero se supone que lo dijo Lewis. Y que gran verdad dijo. Que grata es la compañía de un buen libro, y que grandes amistades han comenzado hablando de libros.