Yo entré un poco en Descartes por lo que de literario tiene su obra filosófica. Recuerdo haber leído casi de niño el Discurso y haberme quedado con las descripciones que hace de su entorno. Esas partes segunda y tercera en la que habla en efecto de dónde se encuentra y reconstruye el hilo de su pensamiento como si fuera un edificio (“para empezar a reconstruir el alojamiento en donde uno habita, no basta haberlo derribado y haber hecho acopio de materiales y de arquitectos…”) Cuánto me ha recordado siempre la alegoría del “castillo interior” de Teresa de Jesús. Después lo seguí estudiando, años después, cuando intentaba adentrarme en algunos relatos autobiográficos (Agustín, Montaigne, etc) y en la metafísica del sueño en los autores del siglo de oro (Cervantes, Calderón, Quevedo, Sor Juana Inés). Todo eso y muchas otras cosas (la necesidad del exilio, la belleza del Norte geográfico, la agudeza de la educación jesuítica, la historia entre cristiana y bárbara de Francia, un poco a la Mauvais Sang rimabldiana) he recuperado en el excelente relato de Bergounioux que ahora publica Minúscula (2011, 11 €).
excelente, mírame aquí mirando tus cosillas
Ah! Ese librito es delicioso. Me asombra su capacidad de síntesis, ese compendio de la historia europea en tan pocas y tan irreprochables páginas. Y el hilo conductor del libro, algo que tantas veces ignoramos o pasamos por alto, la influencia y la presencia del paisaje en aquello que, descontextualizado, parece un simple ejercicio intelectual, brillante pero vacío.
Saludos.
gracias a los dos
JML, por algún motivo absurdo te tenía extraviado…
Es un buen libro, lo he leído hace poco en una pausa con Lydia ( ya es colegui nos llamamos por el nombre) he leído el que comentas y las memorias de Cuito.
ay Cuito, qué gran persona (a ver si se anima alguien a publicarlo también en castellano)
No sabía que habías vuelto al blog
Personalmente me llevo una alegría, y te felicito por la puesta a punto: muy elegante y clara