Mientras viajo por París y Heidelberg, pienso en el destino incierto de mi biblioteca; acabo precisamente de añadir una buena paletada de nuevos volúmenes. Alberto Manguel, en un libro precioso, me da algunas ideas. Escribo a Charlottesville, a Viena y a Osnabrük. El taxista que me lleva a Manheim trata de alzar la maleta y recibe una sacudida en la espalda. ¡Vaya, pobre hombre! – pienso para mí. “Pero, ¿qué lleva Ud. ahí? ¿Un muerto?” “No, varios – le digo, avergonzado. O sea, que llevo libros”. Esto último, creo que fue un sueño. Pero un sueño muy despierto. Ya en el taxi, camino de la estación, vuelvo a pensar en su destino y en acostumbrarme a vivir sin ellos. Leo con pasión lo último de Modiano (Souvenirs dormants). De repente, por no sé qué necesidad de ordenar el trafico ferroviario (eso dice una voz que desciende desde el techo del vagón; y no exagero, íbamos a 318 km/h), el tren se detiene unos minutos y mi ventana queda justo al lado de este pequeño chamizo. ¿Sigo soñando? Saco la cámara y disparo. Mientras, creo que he encontrado una solución para aquello que me obsesiona.
Buenísimo!!
Votre page est d’une beauté. La bicoque au flanc de la maison qui se laisse deviner; les lignes verticales des plantations du jardinier; horizontales, vos lignes (comme la prédelle). Puis, dans le train, à 318 km/h, à l’heure dite de la fin du jour, à voir glisser au loin des fenêtres éclairées, il peut arriver qu’une grande nostalgie de la maison envahisse l’être, avec ce malaise sans raison d’être sans maison.
Peut-être votre page, peuplée d’étrangetés familières (“una voz que desciende desde el techo del vagón”; “mi ventana queda justo al lado de este pequeño chamizo”; “disparo”) au lecteur lisant paupières closes, dormait-elle de même en vous…
Grazie mille, dainty Hobby Horse,
h.
Vos très aimable
commentaire me touche. Merci !