Calvino’ s opera omnia

Siruela lleva años publicando todo Italo Calvino. Lo ha hecho siempre con un especial cuidado, como si de alguna forma quisiera colocarlo en la vitrina de la editorial. Y no me extraña: el reconocimiento del valor de su obra no ha hecho sino crecer de forma a mi juicio merecida. Así por ejemplo han cuidado siempre de modo muy especial a sus traductores (de Aurora Bernárdez a César Palma, de Esther Benítez a la última en intentarlo, y con éxito, Gabriela Sánchez Ferlosio). Lo han publicado en casi todas sus colecciones (también como antólogo magistral de varias obras entre las que destacaría su edición de esa joya para niños de todas las edades que son los Cuentos populares italianos) y en los últimos años han emprendido la tarea de completar su publicación diseñando una colección, Biblioteca Calvino, cuyo último fruto se titula Punto y aparte. Ensayos sobre literatura y sociedad.

En una brevísima pero sustanciosa nota introductoria al texto, lo diré abiertamente, Calvino se ríe o casi de sí mismo, se ríe del personaje que fue ( miembro de una generación arrogante y luchadora de suecos en el país menos sueco de la tierra escribe él mismo después en un escrito delicioso), intelectual engagé, que se siente cada día que pasa menos confortable en el papel de gurú, que se desoye a sí mismo, para nuestra fortuna, a la hora de poner en práctica los dictados teóricos que predica, un conjunto de intuiciones dispuestas  con su natural elegancia pero que al fin y al cabo no pasarían de ser en manos de cualquier otro un pupurrí de ideas a medio camino entre la mera opinión y la pura ideología etiolada de marxismo. Calvino consigue a menudo transformar todo aquello en pura magia. A mí me gusta el último Calvino, el que se selecciona a sí mismo, el que se enfrenta crítica pero nostálgicamente con  los extravíos de su pasado, el que posee la inteligencia suficiente como para trazar un punto y aparte, consciente de que el paso del tiempo le ha quitado una dosis importante de razón.

Leer a Calvino, cuando escribe sobre literatura, sea desde la perspectiva que sea, resulta para mí un placer inmenso. Es brillante sin epatar, sabe descubrir la compleja estructura de los textos, escribe como los ángeles debieron de escribir alguna vez y tiene en el fondo la sutileza y la apertura mental de los más grandes. Impresiona ver en este libro como fue afilando su mirada, ampliando sus horizontes y ganando en concreción, en levedad, en rapidez, en capacidad de hacer las ideas visibles. El último escrito, el más complejo y a la vez el más claro, Los niveles de la realidad en la literatura, en el que analiza pasajes del texto homérico con deslumbrante belleza, merecería figurar en toda antología de teórica poética.

 

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