El poeta de nacionalidad estadounidense Mark Strand (Prince Edward Island, Canadá, 1934) ha tenido alguna acogida en nuestro idioma, como lo han tenido sus compatriotas C.K. Williams, Louise Gluck y, aún más, John Ashbery, por referirme sólo a los más conocidos. Las traducciones de sus obras, no de un modo continuo ni mucho menos equivalente, se van sucediendo, título a título, y a veces como ahora en antologías que permiten al lector acercarse a la obra de estos grandes autores que desmienten con su lucidez, con su fuerza poética, con su ambición artística e intelectual la idea absurda y simplista que algunos se hacen de aquella nación inmensa. Bastaría con leer este puñado de obras para darse cuenta de que mucho es lo que tenemos que aprender de una de las grandes (sino la más) literaturas del momento presente. Resulta milagroso por otro lado que haya quienes desde la “pequeñez de la poesía” sigan esa luminosa estela.
En concreto de Strand se han traducido al español varios de sus libros de poemas: Hombre y camello en Visor (2010), Emblemas en Víctor Manuel Mendiola y Luis Soto editores (2006), La vida continúa y Puerto oscuro en Editorial Calamus (también 2006), Aliento en las publicaciones del Ayuntamiento de Lucena (2005, eran otros tiempos) y Sólo una canción en Pre-Textos (2004). También se tradujo en Lumen su libro sobre el pintor Edward Hooper (2008) y en Edicions 62 un volumen de cuentos titulado Sr. y Sra. Baby y otros cuentos (2004). Imposible comentar aquí este valioso material.
Lo que ahora queremos dar a conocer es un pequeño volumen editado en Caracas: Mark Strand, Nada oscura (Bid & Co. Editor, 2011) y traducido por la poetisa canadiense-venezolana Beverly Pérez Rego. Nada mejor que las palabras de la traductora co-autora para comprender una parte del valor de su presente trabajo: ” El lenguaje de Strand es de deslumbrante morfología: infalible musicalidad y ritmo; callada intensidad. Y para el traductor su simplicidad es definitivamente engañosa. El texto, preciso y depurado, revela una imaginería que ironiza lo surreal. Al conjugar estos elementos el grado de condensación es extremo, limitando la captación de los juegos verbales y las referencias en sus múltiples acepciones.” Difícil decir más sobre el valor de la poesía de Strand ( y la dificultad de traducirlo) en menos palabras.
En Nada oscura tenemos recogidos en quietud un centenar largo de poemas en verso y en prosa de una decena de libros del poeta, además de un conjunto de poemas inéditos que pertenecen ya a su último poemario aparecido en los primeros días de este mismo año 2012: Almost invisible.
Me parece un acierto haber titulado el volumen con esas dos palabras: Nada y Oscura. Reflejan bien el hermetismo de Strand. Sú búsqueda más allá de los límites de lo visible. De qué lado de la luna cae. Yo asocio ese título rotundo y ascético con la estrofa final de su poema El cuarto: ” Necesitamos los finales sorpresivos: el verde campo donde las vacas arden como letras de periódico, donde el campesino está sentado, mirando, donde nada, cuando ocurre, es suficientemente terrible”.