Observando a Brako me he dado cuenta de que mi manera de trabajar, cuando escribo, no es tan distinta del modo en el que él se deja llevar en sus correrías por el campo. Con frecuencia, algo me dice que en algún sitio hay algo que me interesa, y normalmente no lo veo hasta mucho después de estar husmeando entre las páginas y las ideas de un libro o por alguna zona que secretamente me atrae y me llama. Sigo y sigo, a veces con una lentitud desesperante, olvidándome de todo lo que me rodea, y aunque me gustaría irme de allí, no puedo dejarlo. Es puro instinto, inexplicable. Casi nunca encuentro lo que no sé que busco, pero en todo caso mi tendencia natural se cumple. Hozando. Se cumple generalmente en la frustración. En veinte años he encontrado dos, a lo máximo tres, trufas. No es fácil explicar lo que se siente en esos pocos casos. Por lo demás casi nadie se ha enterado. Pero lo importante es desarrollarse como uno es, vivir o cumplir la función que llevamos inscrita en nuestro ser.