De los múltiples Pessoas que existen prefiero al Pessoa de carne y hueso que escribía con su nombre propio. Es uno de los grandes estimulantes de mi prosa y, al retomar estos días la escritura de la novela, acudo a leerlo de manera casi obsesiva. Sé que Pessoa es inseparable de las otras personas que lo habitaban pero insisto en que yo le prefiero a él. Y más concretamente al Pessoa del final, al que escribió ya enfermo y avejentado en los dos o tres últimos años de su vida. Estos días repaso esos poemas del final del verano de 1933 con auténtica admiración y con asombro. Por entonces Fernando Pessoa iba desapareciendo a ojos vista: bebía cada vez más, sus nervios estaban en carne viva y todas sus desilusiones dejaron poco a poco paso a un tipo de serenidad que ya no es de este mundo. Un amigo suyo dijo que cuando se encontraban nunca se volvía para despedirse porque “temía verlo decolorarse, volverse traslúcido, disolverse en el aire de la tarde”. En esa docena larga de poemas otoñales de 1933 (como se sabe Pessoa que un actor en su propia vida le dejó las últimas palabras a Álvaro de Campos), Pessoa se funde con los pocos elementos naturales que le quedan a cualquier habitante de una gran ciudad. El viento, los árboles, la lluvia muy especialmente en su caso, la luz en los distintos momentos del día, el cielo, las nubes, las vistas sobre el Tajo, sobre el mar. Mira hacia afuera y a la vez hacia dentro. Esa fusión, cuando se encuentran las palabras adecuadas para expresarla, es para mí lo más admirable en cualquier escritura. “Porque a alegria é da hora”. La alegría es del instante. No estoy pensando en que Pessoa fuese realmente un persuadido. Sobre él pesaba la amargura destilada de demasiadas cosas, en primer lugar la vieja música de una infancia idílica de la que nunca supo librarse. Del amor, mejor ni hablemos. Además del aguardiente, en ese momento casi final, en el otoño de 1933, yo creo que le quedaban dos cosas: su escritura que él sabía destinada a la posteridad y su alma “perdida” (Minha alma procura-me/Mas eu ando a monte,/Oxalá que ela/Nunca me encontre). Era la escritura en su alma. La escritura de su alma. “Contemplo lo que no veo – escribe el 7 de septiembre– Es tarde. Avanza lo oscuro… Todo está del otro lado, donde no está ni lo pienso./Y cada ramo agitado/hace el cielo más inmenso… Se confunde lo que existe/con mi ser dormido./Nada siento, no estoy triste,/Triste es esto en donde estoy”.
Sentir todo de todas las maneras,
tener todas las opciones,
ser sincero cotradiciéndose a cada minuto…
Álvaro de Campos
Un abrazo, tocayo de A. de Campos.
Te sigo!
Gracias por recordarme ese maravilloso poema.
Te escribo pronto.
De esa época es el poema :
Viajar! ¡Perder paises!
¡Ser otro constantemente,
Por el alma no tener raices
De vivir viendo solamente!
¡No pertenecer ni a mí!
¡Ir al frente, ir siguiendo
La ausencia de tener un fin,
Y el ansia de conseguirlo!
Viajar así es viaje.
Mas hágolo sin tener de mí
Más que el sueño del pasaje.
El resto es sólo tierra y cielo.
Fernando Pessoa
20-9-1933
Yo lo tengo en su libro NOVENTA POEMAS ÚLTIMOS
exactamente, el famoso poema que algunos daban por inventado o fantasma
existe y es de esa época maravillosa, septiembre del 33
esa edición es muy buena yo creo
existe otra traducción de Octavio Paz de ese poema pero comienza por cambiar el orden de los dos primeros versos de un modo para mí inexplicable
Thank you for this. It seems I needed someone writing in Castillian to make me “see” Pessoa. Obrigada. Marijke
Hola Marijke, qué alegría leer tu comentario.
Mis mejores deseos para el año entrante, Álvaro
Por cierto, Francis, en la edición de Noventa poemas últimos que tengo no aparece Viajar, perder países,
¿ves como es un poema fantasma?
Querido Alvaro gracias por hacernos volver a Pessoa. Hace unos días, en una tertulia, alguien dijo: …”Pessoa, si, ese gran poeta”… me salió del alma contestarle: “no es que sea grande, es imprescindible”.
Estoy de acuerdo con la profundidad y la intensidad de los 90 poemas últimos pero a mi también me fascina la poesía rotunda, directa, a veces irónica de Alberto Caeiro, como este principio del poema XXVIII:
“Hoy leí casi dos páginas
del libro de un poeta místico,
y me reí, como quien ha llorado mucho.
Gracias una vez más por el blog, Alvaro. Es un reducto de literatura en estado puro, un refugio contra el mundo.
Gracias David por tus generosas palabras
Preciso el poema de Álvaro de Campos por supuesto
ganas de verte!!!!
Pues tienes razón, tampoco en mi libro, estaba convencido, supongo que lo saque de internet.
http://www.fpessoa.com.ar/poesias.asp?Poesia=062