Notas para un diario 274

Mi novela avanza. Entre el sueño, el deseo y el recuerdo. Y lo soñado, lo deseado, lo recordado. Wakefield, acaso el mejor cuento escrito en el siglo XIX, comienza así: “In some old magazine or newspaper, I recollect a story, told as truth, of a man –let us call him Wakefield– who…”. La leyenda (story), ya en pleno mundo gutenberg, vinculado no a la oralidad sino a la escritura. Y con la verdad (truth) de por medio. Proust, en el inicio de A la búsqueda del tiempo perdido,  asocia la caída en el sueño con la lectura que lo propicia, y ambas cosas con el recuerdo o búsqueda general que supone el conjunto del libro, en plena felicidad (bonne heure, como ha recordado magistralmente Byung-Chul Han en El aroma del tiempo, no es sólo, o traductores, la hora adecuada o temprana sino también la hora feliz. El genio parisino, un poco más adelante, lo expresa así: “Un homme qui dort tient en cercle autour de lui le fil des heures, l´ordre des années et des mondes” ¿Cabe mayor felicidad?). Nuestro Manrique, en un alto verso bien conocido, canta: “Recuerde el alma dormida/, avive el seso y despierte/, contemplando/cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte…” Aquí la densidad es aún mayor: parece que el recuerdo se opone al sueño. ¿Le impera al alma para que despierte y recuerde? ¿Despierte, de qué clase de sueño? Del sueño de la vida, como decía Calderón. Vida, muerte, sueño, sólo falta el cuarto elemento, el amor, al que por supuesto que Manrique está aludiendo en una forma genuina de platonismo. Leía el otro día El fantasma de Canterville de Wilde, a quien cada día admiro (y quiero) más. El fantasma, en este caso, lleva trescientos años sin dormir y añora la muerte: “Death must be so beautiful. To be in the earth with the grass above your head, and listen to silence. To have no yesterday, and no tomorrow. To forget time, to forgive life, to be at peace. You can help me. You can open the doors of Death´s house. Love is always with you. Love is stronger than Death. Virginia trembled. For a few moments there was silence. It was like a dream”, concluye el narrador. No está lejos del Proust citado. El amor es más fuerte que la muerte. Un tópico que Wilde supera, al final de esa historia mágica, cuando pone en boca de la niña que le ha salvado: “Poor Sir Simon (el fantasma). I owe him a lot. Dont´laugh (a su marido). Now I understand what Life is and what Death signifies, and why Love is stronger than both”.

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