Notas para un diario 267

Me encuentro como el niño de la foto entregado al sueño. HobbyHorse vigila a mi lado en silencio. Blanco. Cabal. Manteniendo la distancia. Eso me asegura que no entran en mí pesadillas ni otros gérmenes nocivos. HobbyHorse no se cansa. Es de madera. Tampoco le afectan las gentes que viven de “la falsedad de la falsedad” (Salter). El camino no es que haya sido largo, es que mi resistencia ha sido pequeña. “Escribir es una forma de desnudarme, de intentar llevar al lector más cerca de algo expuesto” (John Berger, Rondó para Beverly). Y añade: “Queríamos contemplar juntos lo que hay detrás de los nombres de las cosas…”. Eso dice el maestro Berger a su mujer muerta. Desnudarse, coger de la mano al lector, contemplar, ésas son las cosas que de verdad cansan. Y el sueño es un lugar más allá del tiempo. Contiene las semillas de eternidad que nos reparan. De eso habla Berger. El ateo Berger. El marxista Berger. El maestro Berger. Lo aprendió en Spinoza: “Nada de lo que el alma entiende desde la perspectiva de la eternidad, lo entiende en virtud de que conciba la presente y actual existencia del cuerpo, sino en virtud de que concibe la esencia del cuerpo desde la perspectiva de la eternidad.” Y a eso, añado yo, contribuye mucho, lo que más, la experiencia del sueño.

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