Notas para un diario 261

Copio un párrafo de PLF que me hubiera gustado escribir a mí: “Era un lugar solitario, callado y mítico, de inolvidable belleza, serenidad y extrañeza. La oscuridad se acrecentó mientras regresábamos. Miramos hacia abajo, hacia las cornisas verdes organizadas en terrazas con una geometría descendente. Partían de la gran plataforma central, y se iban convirtiendo en prados cada vez más pequeños conforme ascendían de modo escalonado. Oscurecidas por la sombra, las llamas sombreadas pastaban en el verde, y nos llegaban los gritos y risas de tres niños quechuas que jugaban al fútbol en la oscuridad. La pelota invisible golpeaba y rebotaba entre los muros ciclópeos” (De Tres cartas desde los Andes, 43). Le escucho a Calasso decir de Chatwin que era una persona que contenía muchas vidas distintas, algunas opuestas, y que nadie, por muy cercano que le fuese, las conocía todas. PLF y Bouvier aparecen juntos en este video histórico. Creo que el primer viajero realmente étonant fue Stevenson. ¿Se puede ser un viajero étonant mirando hacia adentro? Me lo pregunto por el Azorín de París.

P.S. Sobre el párrafo de PLF, la clave, pienso, está en la belleza sorpresiva de la concatenación de dos gerundios, o casi: “regresábamos… miramos (ya sé que no es gerundio)”, y de los verbos (“acrecentó”), y los sustantivos “geometría descendente”, etc, todo ello da una sensación de dinamismo y de ir hacia delante, hacia abajo, un poco el surfear de Vila-Matas, qué emoción `le langage´, en contraste con esa estructura de plataformas pétreas que se intuye inmemorial, ¡olé también para la traductora Dolores Payás!

© Foto Álvaro de la Rica.

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