Alex Katz en Madrid

De la mano de Javier López, Alex Katz vuelve a Madrid para presentar una colección de retratos, estructurada sobre un elemento “fijo” (unos enormes sombreros de copa rojos) y un elemento “variable” (los rostros diversos, en expresión, edad, rasgos faciales) de un conjunto de mujeres de las que conocemos un nombre propio puesto entre paréntesis (Renee, Cynthia, Vivien, Christy, Taraija, Ada…) después del título general de la muestra: “Red Hat”. Aunque sobresaliente, el retrato no es el único tema de Katz, ni siquiera el principal (a mi juicio, donde del autor neoyorquino de origen judeo-ruso destaca, añadiendo al valor estilístico de su pintura valores netamente plásticos y táctiles, es en la pintura de exteriores, en concreto en el modo en el que capta y expresa como casi nadie el paso de la luz diurna pero también nocturna a través del aire y de la opacidad de unos pocos elementos vegetales: unas ramas, la sombra que proyectan las ramas, los troncos, las hojas). Los sombreros rojos parecen el mismo, o casi, pero de hecho son distintos: en tamaño, en color más o menos anaranjado, con mayor o menor carga de reflejos dorados, en el modo en el que recogen vetas de luz, en la adecuación a y hasta en la ocultación de los diversos rostros). En cambio, las caras, apareciendo como individuales y distintas, mantienen unas notas comunes siendo la más destacable la elegancia de todas y cada una de las mujeres retratadas. Cada cuadro contiene evidentemente una diferente historia de amor. Ignoro si se puede calificar o no a Katz de artista Pop, pero sé en cambio que ninguna de esas caras resulta vulgar (la diferencia entre la voz vulgus y la voz populi del latín sería aquí más que elocuente). La elegancia (Katz ha afirmado I wanted to make an art that was an “up” rather than a “down”) de la que hablo tiene que ver no sólo con las frescura (freshness) de las figuras creadas sino con el `gusto´que caracteriza a Katz, un sentido de ver las cosas presidido por el vigor y por el entusiasmo antes por la vida que por la pintura (y, naturalmente, en su caso como el de tantos, ese amor por la vida es ante todo amor por la mujer).

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