Notas para un diario 256

Me dices que has encontrado en el baño el libro de Dazai. Y que lo has leído un poco. Y que te ha gustado. Ojalá. ¿Qué habrás leído? Aquella historia en el que una colegiala pasa una noche en comisaría por haber robado un traje de baño para su amado; y que éste, el muy lerdo, al enterarse, le deja. No sabemos aceptar el amor, eso es una verdad como una casa. Vero. Vero. Qué carta te ha escrito. Me quedo de piedra. Once, doce años, y todo un mundo interior que despunta con una fuerza y una delicadeza que, lejos de asustarme, me maravillan. En ella y en ti. Al fin y al cabo sólo las niñas os habéis dado cuenta de que he cambiado los tapones del lavabo y de la bañera y que he puesto unos verdes toile de jouy. ¡Vete tú a decirles a los chicos que vean algo, por muy delante de las narices que lo tengan! ¿Y tú? Soy un desastre como todos los demás, pero al menos lo sé positivamente. Como cuando, con tu edad, de camino a Hertsforshire, sentí asco de mí mismo, así como lo oyes, sentí repugnancia por el poder que había adquirido en mi entorno, y me juré a mí mismo que aprendería la lección, que no quería nada más que pasar desapercibido, que leer y escribir y sobre todo que me dedicaría a eso otro que sólo tú y yo sabemos. Y hasta hoy, de nuevo en la encrucijada, dispuesto a empezar de cero pero a tu lado, sólo si es a tu lado.

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