Notas para un diario 253

El fin de semana han venido a verme mi sobrino A. y dos amigos desde Ginebra. Ninguno tiene más de treinta ni de lejos; yo podría literalmente ser su padre. Se puede decir que no hacemos nada. Nada de particular, si aceptamos que pasearse con un descapotable por el Golfo de Saint-Tropez y por el macizo des Maures no es algo especial. Desayunamos café allongé + croissant beurre en el Boulevard Clemenceau de la pequeña ciudad de Lorgues, establecida como  head-quarters. Está animado el sábado por la mañana. La gente hace sus compras, bebe su panaché o su Kir Royal bajo las verdes hojas de los plátanos. Salimos hacia el mar. Provenza brilla con un lueur du ciel. No es fácil describir la mezcla de vegetación y cultura que se concita aquí: Gassin, la Ramatuelle de ese grande grande que fue Saint-Éxupery, Cogolin donde cenamos. A la altura de Rayol-Canadel , la mar nos tienta. Improvisamos la compra de unos bañatas y de toallas, que nos salen a doblón (la Côte d´Azur ya se sabe…). Volvemos por Le Garde-Feinet cantando los cuatro, a voz en cuello, temazos de Dylan, Sinatra y lo que se tercie. Al día siguiente había que seguir ruta hasta Ginebra (y yo tenía que dormir la siesta), pero antes una comida fraterna y esencial, regada con uno de los diez mejores vinos del mundo. Cuando se van pienso que no sé quién es el padre y quienes son los hijos. La naturalidad y la libertad en el trato, su sabiduría de la vida es total.

3 Comments Notas para un diario 253

  1. B. 13/05/2013 at 13:10

    Parece que alguien tiene el alma joven. Casi puedo sentir el aire de ir en ese descapotable.

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    1. María Alcantarilla 05/11/2013 at 14:37

      Sólo me han sobrado los bañadores. Me pasó lo mismo el sábado pasado (eso de ir desprevenido para entrar de cabeza en el mar) y me importó poco. Ropa fuera. Carrerita a lo tarado. Inmejorable.

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