Nacionalismo

Hoy es un día aciago para la democracia. El nacionalismo ha conseguido romper el Estado de Derecho en España. El principio de igualdad, la separación de poderes, el principio de legalidad han sido desterrados. Los nacionalistas de Cataluña han sabido aprovechar el factor humano, en este caso la personalidad patológica de un político que pasará a la historia por la puerta de atrás. Tras cuarenta años de dictadura franquista, una generación, la de mis padres, desde posiciones a menudo antagónicas, trató de reconciliarse entre sí. Lo consiguió. Y eso nos ha permitido a otra generación crecer y vivir en libertad, cosa casi milagrosa en España. Con amenazas y con desgarros salvajes (principalmente el terrorismo que se armó, no contra Franco, sino concretamente contra la democracia española y que ha corrompido a la sociedad vasca para muchas generaciones, incapacitándola por ejemplo para la alternancia política). Incluso con terrorismo de Estado y por lo tanto con limitaciones severas y con frustración, pero, insisto, en libertad democrática. No se podrá decir que la Transición española, donde casi todos cedieron y donde algunos estábamos dispuestos a seguir cediendo en cosas que nos importaban mucho, fue un espejismo. No, ha sido real. Pero el nacionalismo no cede. Lo quiere todo para él, para un ente colectivo que no duda en pisotear los derechos de los demás (ni siquiera los tiene en cuenta) y no para de quejarse de que se pisotean los de su tribu. No se dan cuenta de que muchos desearíamos un Estado jacobino y no uno autonómico y no por eso vamos a impugnar la Constitución que lo consagra. No, cedemos. Ellos no, ellos nunca. He utilizado el adjetivo aciago para el día de hoy, 9 de noviembre de 2023. Una de las acepciones de la palabra tiene que ver con el mal agüero. No han hecho falta ni unas pocas horas para que la violencia y la tentativa de asesinato reaparezcan en las calles. Al final será casa por casa. Como en el siglo pasado y en el anterior. “A garrotazos”. Como siempre que el nacionalismo iliberal campa por sus respetos. Me duele por la generación de mis hijos y por la de mis nietos. No vivirán en libertad y probablemente tampoco en la relativa paz que el Estado de Derecho procura. Una vez más el nacionalismo lo habrá impedido.

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