No descubro nada nuevo si digo que, en la segunda mitad del siglo XX, en los Estados Unidos de América, hay unos cuantos narradores de primera (ahora la cosa se ha trasladado bastante al Canadá, mira por donde). Faulkner aparte, y por ceñirme a las escritoras, los nombres de Katherine Anne Porter, Dorothy Parker, Carson McCullers, Flannery O´Connor y Eudora Welty destacan con luz propia por la calidad, extensión y consistencia, y especialmente por su narrativa breve: el arte del cuento. Personalmente creo que el futuro es del cuento, un género lamentablemente desdeñado por los lectores europeos continentales (lo que dice mucho, y no precisamente halagüeño, no del cuento, sino de los gustos literarios de la vieja Europa). La cosa es normal, y tiene que ver bastante con el engaño de las apariencias. Es la vida. El lector medio ve un cuento y piensa: vaya, si son sólo unas páginas. Una de dos: o no dice gran cosa (porque en tan poco espacio no puede hacerlo), o si tiene miga, y es bueno, no quiero que se acabe tan pronto. Me cojo una novela. ¡Craso error! En literatura (un mundo económico donde los haya) no rige la ley de la cantidad sino la de calidad (y la de la lentitud). La composición de algo como la Odisea necesitó cientos de años de gestación: una tradición inmemorial puesta finalmente por escrito. Por eso puede ser largo y, no obstante, bueno. Flaubert tardó una vida entera, y miles de horas de trabajo, para escribir algo como Madame Bovary o como La educación sentimental. Lo mismo se puede decir de Proust o de Joyce (Rulfo o Kafka quedan un poco aparte). Sciascia pasaba un año entero, o a veces dos, tomando notas sobre un tema; llegaba el verano, los niños y la mujer se iban a la playa y él se quedaba fumando y montando cuidadosamente unos relatos que rara vez pasan de las cien páginas. Teniendo en cuenta la inteligencia que tenía, la inversión de tiempo es fabulosa. Un versículo de Sófocles, una sentencia de Parménides o un versículo de san Juan Evangelista, pero también una frase de un cuento de Edith Wharton o de Chéjov, contienen un mundo y o te pones a estudiarlo o sencillamente no te enteras de nada. Los textos literarios, además, valen por lo que dicen (cosa difícil de aprehender) y por lo que sugieren (cosa casi imposible de captar, a no ser que tengamos el oído interno muy entrenado). ¿Cuántas horas dedica un intérprete de música a familiarizarse con una partitura clásica? Y por qué tendría que ser mas accesible un discurso poético. Partiendo de esto se comprende porqué la gente quiere leer novelones. Pa’ entretenerse (palabra y realidad monstruosa: soy de los que piensa con Sciascia que en verano, por fin, uno tiene la oportunidad de concentrase en vez de distraerse).
Como no tengo ganas de tener razón, y menos aún de discutir con nadie, propongo una solución intermedia. Que se lean, como si fuera una novela (coral, creo que se dice) el conjunto de los cuentos de un autor determinado. Como si fuera una novela, eso. Así todos contentos. Esto se puede hacer (yo ya he comenzado) con los Cuentos Completos de Eudora Welty, la gran dama sureña, que acaba de publicar Lumen (ya nos ofreció también los de tres, al menos, de las escritoras del canon citado más arriba, y yo no dudaría en comprarlos, son todos una joya). Empecé por uno de los últimos cuentos. Se llama Familia, y casi casi es una nouvelle. “La ley de esta familia es la ocultación”, dice la protagonista en un momento dado. ¿Y de cuál no? Una belleza, recogida no precisamente en tranquilidad. No os lo perdáis.
La foto de la niña en la veranda es de 1936 y la tomó la propia Eudora Welty. Durante años quiso ser fotógrafa y en el cuento que he mencionado tiene lugar una peculiar sesión fotográfica. Lo que más llama la atención, no obstante, es que la niña se parece a ella como dos gotas de agua entre si: el mismo pelo y la misma boca, la misma delicadeza en la mirada y los mismos pies de hobbit ¿Serán familia?
No sé. Un buen cuento, una buena novela, un ensayo trabajado. No podría elegir con cuál me quedo. ¿Novelas tipo el Código Da Vinci, Los números primos de Mozart, La proporción Pi de Wagner, Sócrates 3,1416….. y todos los que uno se pueda inventar? La tomadura de pelo dentro de una moda por la cultura, de la cultura como producto.
Cualquier novela de Mahfuz, para mí son cuentos maravillosos. Lo mismo las de Pamuk. Quiero decir, para mí lo que hace algo maravilloso, no es sólo el dar con una historia estupenda, muy a menudo es lo menos importante en una novela. Lo fascinante de una buena novela es la exposición de la infinidad de matices del ser humano, el que salga a la luz aspectos de los que nunca se habla, como un consuelo a nuestros propios matices, un conocimiento sobre nosotros mismos. Para eso hay que ser escritor y diría que de alguna manera filósofo ó por lo menos pensador. No podría decir que cambiaría una novela de éstas por nada.
El buen cuento, lo veo como algo que busca la esencia y la sencillez, resultando algo bonito, agradable y armonioso. Como los de Isak Dinesen por ejemplo.
Lo que digo es muy superficial, pues sé que tienes razón en que un cuento puede hacerte pensar y necesitar de tu concentración, pero añadiría, un buen cuento…. ¿Cuánta gente ahora que quiere escribir, pero que no son escritores, se dedica al cuento? Basta con meterse en las páginas webs de escritores noveles.
En fin, estaba defendiendo un poco las novelas…
Por último, dejo un enlace del cuento de Saramago…. Bueno, de la idea del cuento de Saramago, porque él mismo dice que no cree que tenga capacidad para contar cuentos. El video es una preciosidad:
http://www.youtube.com/watch?v=F4YDjOdk7Ow
Y decirte… que he disfrutado con la exposición que has hecho del tema. Me ha hecho fruncir el ceño, que es lo que hago cuando me concentro.
Además, ¿No podría ser que el olvido de la novela como género fuera fruto de una sociedad que cada vez más va a la superficialidad y materialidad?
¿No podría ser que el cuento como género en auge fuera producto del cambio en los valores espirituales de la sociedad?¿Como sustituto de valores que podrían ir desapareciendo?
Vaya, por una vez se de qué hablas.
Y espero que no sirva de precedente.
Jajajajaja, ¡qué gracioso este Ion¡, ¡Cómo te entiendo¡
A mi también me fascina la Blixen.
No te lo creas. Es una pose. Entiende mucho más de lo que dice
Entre los dos habéis conseguido hacerme reir.
Espero acabar fascinado por la Blixen.
si ya sabía yo que entendías un montón
Sí, sí, esas narradoras americanas, Eudora Welty, la asombrosa y áspera Flannery O'Connor, la maravillosa Carson McCullers… Qué foto tan bonita