De todo lo que he leído a la muerte del Senador Edward Kennedy, ha sido este pequeño artículo de Mónica Fernández-Aceytuno el que más me ha interesado.
La casa
Siempre había querido conocer la casa de los Kennedy en Hyannis.
Veía las fotos y me preguntaba en qué lugar se podía sonreír de esa manera. En realidad, de la casa, se veía muy poco, un porche muy grande, y el océano ahí mismo como si la casa estuviera enclavada y clavada en la arena. De hecho, según vas llegando desde Plymouth hay arena en la carretera recién traída por el viento, y ya en Hyannis Port se diría que está a punto de cerrarse el camino.
Sin embargo las casas están abiertas a las miradas, y ese poder verlas al completo es quizás lo que las vuelve, en su aparente vulnerabilidad, más hermosas. Eso no quiere decir que no estén rodeadas de árboles, porque lo más valioso de Cape Cod es precisamente eso: el bosque más silvestre y el océano más salvaje unidos, y las casas por el medio en las dunas.
La casa de los Kennedy, aún no lo he escrito, es completamente blanca. Está hecha como con tablones muy anchos, quizás del robledal que hay detrás de ella. Al lado tiene unos cuantos vecinos, cosa que no esperaba, y de frente la playa privada. Porque aquí las casas tienen su propia playa. Y así, según vas leyendo los letreros que te impiden darte un baño, te das cuenta de que en cada uno de ellos figura el apellido de una familia, propietaria feliz de la arena y de las olas.
Teniendo eso, ¿para qué hacer pretenciosa la casa? Y así la casa de los Kennedy, aun siendo grande, como si hubiera ido creciendo con el tiempo, asombra por su sencillez, que hasta la chimenea de piedra está pintada de blanco, como para quitarle importancia. Las ventanas de guillotina son de un gris muy discreto, y el tejado tiene una ligera curva al final, y delante un arce sobre el que ondeaba la bandera americana a media asta, y después el horizonte.
De la casa de los Kennedy lo que vale es el lugar, y la vida que pusieron a lo largo de los años en ella (5-9-2009)
Hace un tiempo, en un programa de Sánchez Dragó, 'Las noches blancas'. Dragó contó una anécdota sobre los dos hermanos Kennedy.
Dejé de verlos como esa familia modelo, inteligente, íntegra y humana. Cuando oigo hablar de ellos…. los veo de otra forma, desde luego no en ese nivel.
La anécdota era algo así de que invitaban a Marylin Monroe a su casa, ella se bañaba, hacían que la ahogaban, y luego uno y después el otro….
Podría ser consecuencia de una época, pero al fin y al cabo un uso de un poder, para mí el peor. Pobre Marylin¡