Sobre las elecciones

El voto es un derecho muy serio de cada uno; tan serio que lleva aparejado el deber de cada uno de tomárselo muy en serio…

De hacer su propia reflexión y de tomar su propia decisión.

¡De eso va mi libro!

De tomarse en serio el voto.

Las elecciones generales del 28 de abril no solo estaremos decidiendo el gobierno de los próximos cuatro años, si no mucho más. Estaremos sentando bases cruciales de un futuro bastante más largo. Tampoco debemos pensar que por eso somos originales. En realidad, vamos con retraso con respecto al resto del mundo; o, por lo menos, con ese mundo que llamamos, injustamente, civilizado. Después de Trump, la “normalidad” en Estados Unidos no volverá a ser igual. ¡Trump es un outsider! El objetivo de Trump es acabar para siempre con el sistema político americano. No lo ha conseguido y creo y espero que el sistema político americano acabe antes con él. Lo que Trump plantea a Estados Unidos es una enmienda a la totalidad del sistema político que nació con la Constitución de 1787, que se completó en los siglos XIX y XX a través de 27 enmiendas parciales, que ha servido a Estados Unidos como marco de convivencia desde su nacimiento hasta convertirse en la primera potencia mundial y que ha sido la referencia mundial como sociedad abierta, como economía próspera y como democracia, un tanto plutocrática, pero capaz incluso de hacer presidente a un outsider como Trump.

En diversos países de Europa están gobernando partidos antisistema y en otros esos partidos están adquiriendo una influencia tan considerable que han logrado, por ejemplo, el Brexit, tambalear la presidencia de Macron o modificar la política migratoria de Merkel. Lo paradójico es que Trump y esos partidos antisistema nacen denunciando problemas endémicos del sistema, pero no traen soluciones, sino nuevos problemas más endémicos y más graves. No veo de qué manera el Brexit venga a solucionar ningún problema del Reino Unido y sí veo que está creando otros muy serios; que yo sepa, Salvini no ha avanzado nada sustancial en la cuestión de la inmigración, ni en Italia ni en los países de origen, que es donde está el verdadero problema.

En España no estamos al margen de estos movimientos mundiales. En las elecciones del domingo hay ocho partidos con probabilidades de obtener escaños en el Congreso. De ellos, solo 2 -PP y CS- se puede decir que estén dentro y a favor del sistema político instaurado por la C78. Es importante entender el eje principal sobre el cual se dirimen hoy las diferencias entre los bloques políticos, entre eso que llamamos derechas e izquierdas ¡El problema es la soberanía! A estas alturas del siglo XXI, en España hemos retrotraído la discusión política a quién tiene el poder de decisión sobre la composición de la nación; si la soberanía radica en el conjunto de España -como dice la C78- o si son los llamados territorios históricos los que tienen la capacidad de decidir si se integran en España, o de si se segregan.

No planteo ahora quién tiene razón; sino que la mayor parte de los partidos, y una previsible mayoría de los votos, están proponiendo una enmienda a la totalidad de la C78. Vox, con su “fuera autonomías” pretende cargarse la organización del Estado que es básica para la C78 y, mientras tanto, dejar a los gobiernos autónomos sin competencias de manera que se conviertan en un gasto injustificable e insoportable. PNV, ERC, Bildu, JxCat, Podemos y una buena parte del PSOE, el PSOE periférico, propugnan el derecho a decidir de los territorios históricos y, por tanto, plantean un cambio constitucional radical.

Además, otra parte del PSOE, la de Pedro Sánchez, no tiene reparo en jugar con la Constitución si es el precio que tiene que pagar para ocupar el Gobierno. La otra parte del PSOE, la constitucional, está desaparecida. Pero es que del análisis de las propuestas y del comportamiento de esos partidos “antisistema” se deduce que el cambio constitucional que buscan no se limita a la organización de la Administración del Estado. Pretenden que España adopte un planteamiento diametralmente opuesto en la concepción de la soberanía, pretenden la abolición de la monarquía (la que, por cierto, Vox también considera prescindible) y pretenden constitucionalizar unos derechos presuntamente sociales, que sería algo así como declarar una confesionalidad socialista del Estado.

Desde mi punto de vista, el mayor peligro viene, sin duda, del PSOE de Pedro Sánchez. Sin el PSOE, los antisistema están muy lejos de las mayorías que la C78 exige para ser reformada y, afortunadamente, incluso con el PSOE de Sánchez no parece probable que la consigan. Sin embargo, tampoco les importa tanto la reforma formal de la Constitución. No hace muchos meses presenciamos en Cataluña un gobierno que gobernaba y un parlamento que legislaba como si la Constitución no existiera. Los partidos que sostenían aquel gobierno que se pasaba la Constitución por el forro de sus pantalones son los mismos en los que Pedro Sánchez se ha apoyado para gobernar estos últimos nueve meses y, por lo que parece, sigue perfectamente dispuesto a seguir apoyándose en ellos.

No sé lo que va a pasar el domingo y, sobre todo, no sé lo que podrá pasar con los resultados que se produzcan el domingo. No soy muy optimista; no tanto por la eventualidad de que Sánchez siga al mando del Gobierno apoyándose en los grupos antisistema como por la endeblez de la alternativa. En realidad, a corto plazo, más que una alternativa lo que tenemos es un dilema, que explica porqué, a cinco días de las elecciones, hay tantos indecisos y tantos abrumados. Pero no podemos caer en el error del corto plazo. España necesita que los ciudadanos no perdamos la visión de futuro como han perdido estos políticos banales que disputan la presidencia del Gobierno.

Para mi perder la visión de futuro es extremar las posiciones radicales y me da igual que sea por la izquierda que por la derecha. Una posición extremista no se justifica porque sea de derechas. De uno y otro lado, esas posiciones lo que hacen es fomentar la intolerancia y conducirnos a un conflicto.

Extractos de la presentación de Reflexiones de un votante abrumado de Ignacio de la Rica.

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