Me dejas alucinada, una vez más: o sea que después de esa lectura tan esencialista, tan en tu línea, encima vas y recurres de nuevo a la coletilla sobre el misterio, ¿doble misterio?, y para colmo posponiendo la cuestión con ese aire absurdo de quien tiene tanto que decir que le cansa su propia fertilidad intelectual: ¡pero qué pesado y que fatuo puedes llegar a ser! ¿a qué juegas y a quién crees que puedes engañar? Esta vez no te voy siquiera a decir aquello de que me caes bien porque, si te digo la verdad, empiezo a estar harta de tanto dramatismo y de esa seriedad impostada de la que te gusta hacer gala; lo que no entiendo es porque cuando estamos juntos, cuando nos vemos, nos pasamos horas riendo, especialmente de eros, y de venus, su inseparable sanchopanza, para que luego largues esos rollos pseudo-trágicos que no te los crees ya ni tú. Y, me temo que esto va a sorprenderte, por no acertar, ya no eres capaz ni de hacer una lectura creíble y solvente, acabas llevando las cosas a un extremo imposible que te impide ver, en este caso, lo que el bueno de Sabines está gritando en su por lo demás magnífico poema. Parece mentira que, después de haberme enseñado a leer poesía, sea yo quien tenga que corregirte y enseñarte a mirar algo sin deformarlo con tus falsas obsesiones. No sé si te habras fijado en la cantidad de términos negativos que utiliza el poeta para describir la pasión erótica: empieza reconociendo que está solo y sufriendo al unísono con la amada, después dice que son, el uno para el otro, una droga, locura celular (¡eso sí que es un horror!), sangre rebelde y sin cansancio (o sea violencia desatada). Acaba siendo una llaga, nada menos, un trozo de carne corrupto, moribundo, desintegrado por la lejía que es su amor. Pero eso no es lo peor: en la segunda estrofa se pone de manifiesto la ambigüedad de eros, y lo consciente que es el poeta del poder destructivo de tomarse a venus demasiado en serio: fíjate en la cantidad de pronombres personales y posesivos que utiliza en unos pocos versos: las tres primeras proposiciones comienzan con un inmenso y siempre horrendo yo; después le dice “te recuerdo en mí boca y en mis manos”. Mi boca, mis manos, mi lengua, mis ojos…mi, mi, mi… Por otro lado le dice que sabe a carne (vaya piropo, como se descuide se le va a quedar entre los dientes), sabes a amor, a eros, o sea, y lo dice bien clarito, sabes a mí. Todo en ti me lleva a mí: no te parece una extraña forma de amar. Como os ocurre a los idealistas, al final sois unos materialistas del quince: en mis labios te sé (ya lo ha dicho dos veces antes, no falla, empieza a repetirse, aunque reconozco que está lograda la metonimia: boca (de amante carnal pero también de poeta) y sabiduría, capacidad de decir lo que las cosas son. En otras palabras, que la cosa cada vez se va haciendo más interior y cerrada, más exclusiva de él. Hasta el extremo vano de pretender otorgarle un estatuto, de reconocerle (como si no fuera nada antes de que él la amase). Una forma de amar que tiene mucho más que ver con la muerte que con la vida, con el recibir que con el dar, con el yo que con el tú. Y no puedo dejar de comentarte la referencia a otros brazos, a los simples y cansados: mira, nadie ha dicho que para que haya amor las cosas tengan que ser complicadas, como no hace falta complicar un plato para que sea exquisito, cuando los ingredientes son lo que tienen que ser; y, por último, la palabra “cansados”, la única de todo el poema que puede leerse en una clave de generosidad, de esfuerzo, de verdadero amor. Prefiero unos brazos simples y cansados, pero de verdad abiertos al otro, que los tentáculos alados de quien, como tú, querido culebrilla, sólo piensa en sí mismo.
Perdona que haya sido tan sincera pero para mentir y traicionar ya estás tú. Lo siento pero te estabas poniendo muy pesado. Y conste que me caes bien, y hasta estoy dispuesta a reconocer que te quiero un montón. ¡Pesado!
” No se si te ABRAS fijado”….en fin….no sé en qué estas pensando para tamaña falta de ortografía…corrigelo antes de perder prestigio.
gracias, menos mal, un poco más y gente como tú, de docta, me dejaríais de leer: que paciencia tienes conmigo
jajaja.
dr. jekyll y mr. hyde: otra vez, trampas en el solitario…
justificación
autocensura
May be…
Pero quizás sólo es literatura
A fin de cuentas, un asunto entre seres humanos.