Notas para un diario 271 (Catalunya)

Si el próximo Parlament, en unos meses o cuando sea, proclama la independencia de Catalunya, yo esa tarde la dedico a nadar. Y mi kafkiano desdén o pasmo no será, ahora que todo el mundo habla de qué se siente –español, catalán, europeo, nada de nada, todo a la vez– porque yo no sienta algo por Catalunya o por España, que sí que siento. De hecho mi primer amor se lo brindé a una catalana. Y esto marca. No sé si llegábamos a los ocho o diez años. Recuerdo su piel dorada y sus rizos sedeños. Recuerdo que íbamos en grupo a las barracas de Sant Feliu de Guíxols y que a la primera nos desmarcábamos ella y yo a besarnos por el puerto, mecidos por el sonido del agua, lejos de la pista de coches de choque donde lo que había era un ruido infernal con la música ambiente y los topetazos. Cuando yo iba por allí, de niño, en verano, ya notaba en una parte (entonces muy minoritaria) de nuestros vecinos la sombra de algo que interpretaba como rencor hacia nosotros. También fue la primera vez que he sentido en la vida una forma de violencia política: la segunda fue en mi tierra vasca y la tercera, en plena Transición, en el colegio de Madrid, por parte de los muchos que añoraban el franquismo; mis padres eran liberales partidarios de Suárez, y yo también, lo que nos convertía a su parecer en unos rojos despreciables. Los pocos madrileños que íbamos en los setenta a veranear a la Costa Brava, dábamos por supuesto que aquella tierra de ensueño por su belleza era sencillamente España (una España que les incluía siempre y cuando las cosas respondieran a la visión pequeña de país que al menos yo tenía por entonces) y reconozco que el que se hablase catalán nos parecía como mínimo una falta de educación por parte de los demás. Pura ignorancia. Después he pasado media vida fascinado por Catalunya y por los catalanes. He buscado siempre a ese país y lo que de allí venga: echando la vista a mi alrededor me doy cuenta de que mi banco, mi casero, mi agente literaria, la librería donde compro los libros, mi proveedor de café (Café Saula para más señas) pertenecen a Catalunya. Y pase lo que pase pienso mantenerlos, vaya que sí, al menos ése es mi deseo. Cuando hace no mucho me mudé de casa y tuve que comprar muebles me fui directo a Barcelona. Me gusta el estilo, algo que para mí es perfectamente reconocible en el diseño, en la calidad de las telas, en la manufactura y en el modo en el que se sabe vivir capa dintre, en toda la plasticidad de lo que mi venerado Gombrich llamaba sentido de orden. Mi mejor amigo procede de Agullana, de un pueblo del nordeste de Girona y a día de hoy se debate con la muerte en un hospital de Madrid (por cierto de un grupo hospitalario catalán del máximo prestigio). No creo que él esté demasiado pendiente de este debate político por razones obvias y desde aquí le mando todo el fraterno amor que siento por él, que es enorme. En los últimos años he acudido invitado a la Universidad de Girona: algunos de mis colegas más queridos trabajan allí y sin ignorar la situación política hemos hablado en concreto de María Zambrano, de Mario Luzi, de Cristina Campo y de Magris. Allí he escuchado a Matti Megged, a Kolakowski y hace pocos meses tuve la suerte de asistir a un largo curso impartido por Giorgio Agamben. En ninguna otra universidad del mundo me he sentido tan a gusto y bien tratado como allí. La categoría intelectual, la apertura y el respeto prevalecen. He aprendido un poco de catalán, leyendo a Josep Pla, con quien siempre viajo por el mundo. Eso me ha permitido acceder directamente a la Rodereda, a Vignyoli o a Maria Mercè Marçal. Y a tantos otros más. Espero que a estas alturas quede claro que esto no es el tema en cuestión y que lo que escribo, siendo cierto, no tiene nada que ver con mi opinión acerca del deseo de independencia de una parte de los catalanes (entre ellos el de unos cuantos amigos míos queridísimos también). Menos que nada la independencia o la unidad de España es en sí una cuestión teológica como ha planteado ayer el antiguo Primado toledano. Entiendo que lo que ha querido decir y hacer invitando a una vigilia de oración es que un movimiento político de esta naturaleza tiende o a no ser nada o a ser cruento (el precedente terrible de los Balcanes resulta elocuente). Y eso puede ser inmoral, dadas las circunstancias actuales y el marco jurídico-político vigente. Porque la cuestión es política y jurídica. Y pienso que en los dos ámbitos decisivos la independencia resulta poco menos que imposible en el momento histórico presente. No digo conveniente o no, favorable para Catalunya o desfavorable para España. Digo que me parece casi imposible. Creo que es por eso por lo que el Gobierno no hace apenas nada y mantiene una táctica reactiva. Un dilata. Desde su punto de vista hace bien porque cuantos más pasos den los independentistas (sobre todo la declaración unilateral) más argumentos jurídicos y políticos tendrá para reaccionar contundentemente ante el resto de España y la comunidad internacional de los estados.

2 Comments Notas para un diario 271 (Catalunya)

  1. Hannah J. 25/09/2015 at 12:48

    Yo, cuando me toca recibir una página en la que leo que el día que etrella la guerra de turno, su autor le va a dedicar al día unas brazas en el agua de la piscina, una página a lo largo de la que me vienen (Baltazar Gaspar y Melchior) bocetos entreñables de muchos pero muchos de los amores del autor (et pas des moindres, le Premier amour), la página la guardo en la cajita de metal de bizcochos de mi colección de cosas preciosas. Poco más o menos, como el coleccionista de ”papelitos de la cocina” que Ilya Kabakov documentó, colecciono papelitos. Salvo que mi cajita no lleva recuerdos de insultos y cosas así de causar agravios. Que vivir es sentirse vivo, tocar lo vivo tan cuidadosamente como se acerc (tropezo: comme on s’approcherait d’une aile de papillon del ala de una mariposa). Oh gracias por la alegría que me da. Afinidades. H.

    Reply
  2. Álvaro de la Rica 27/09/2015 at 11:17

    muchas gracias por su comentario querida Hannah. Hace muy bien en no guardar los insultos y cosas así: yo tampoco los guardo pero creo que una de las experiencias más fértiles en la vida es cuando descubrimos, a veces antes otras más tarde, que no todo el mundo nos quiere. Que el amor es un asunto de elección, también. Gracias por sus comentarios que me dan mucha alegría. Al menos así sé que tengo una lectora, al menos. Si escribe Ud. algo no dude en mandármelo s-v-p

    Reply

Responder a Hannah J. Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *