Notas para un diario 252

Hay libros que amo tanto que debo de tener por lo menos dos ejemplares. Si tuviera sólo uno me daría miedo perderlo, como el Principito temía perder la única rosa que encontró en su planeta (además, dicen que a los vascos nos gusta repetir). Teniendo dos, si encuentro alguien a quien amo tanto como a ese libro, se lo puedo regalar sin que eso signifique el desprendimiento de mi vida. Así, de improviso, menciono los títulos de los que tengo más de un ejemplar en casa: las Autobiografías de Green y de Tolstoi, el original en inglés de Out of África, Primeros amores de Harold Brodkey, Principio y fin de la nieve de Bonnefoy, Muerte sin fin de Gorostiza, Judas el Oscuro de Thomas Hardy, el Tratado del Purgatorio de Santa Catalina de Génova (en versión de Bergamín), Por el camino de Swann (Salinas), todo cummings, el Autorretrato en espejo convexo (versión de JJH), Tonio Krüger, los diarios de Kafka, Ribeyro y de Cheever, Pas de lendemain, el Malte, Primavera negra de Miller, A moveable feast, Darkness visible de Styron, La leyenda del Santo Bebedor, Acqua Alta de Brodsky (en italiano), el Montaigne de Zweig, y Castelio contra Calvino, Madame de Treymes de Edith Wharton, el Faulkner de Glissant, El Danubio, Leskov, la Biblia, todo Platón y todo Ovidio, casi todo Cervantes…  la lista no es ni mucho menos exhaustiva.

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