Notas para un diario 219

Para mi hija Inés y todas las niñas de ocho, nueve y diez años

Cuando, en víspera de Navidad, te llamaron y te dijeron que te quedaras con los mayores, dando por sentado que estabas en “el secreto” juego de los adultos. Cuando no te dejaron acostarte con los pequeños y seguir “creyendo” o al menos “querer seguir creyendo”, cuando cortaron de golpe con un cuchillo envenenado tu infancia, ¿qué sentiste?, eh, dime, ¿qué sentiste?: la tristeza por todo lo que dejabas atrás, por la inocencia de un país perdido o la alegría y la excitación – el élan– de descubrir un nuevo mundo lleno de posibilidades futuras, incluida la de velar como otro guardián entre el centeno por la inocencia de los más pequeños…

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