Anoche, recibí un mensaje de mi amiga libertaria. No lo esperaba en absoluto. A pesar de que me da bastante vergüenza hacerlo, me parece que no me queda más remedio que publicarlo (casi) íntegramente, en este blog. Me lo dirige a mí, claro, pero, conociéndole como le conozco, creo que en el fondo está deseando que lo haga público. Como tantos que en la historia han obtenido un secreto, no puede evitar el deseo de hacerlo correr a los cuatro vientos; como casi todos los místicos, ella tiene algo (¿o mucho?) de exhibicionista: siempre he pensado que si no dijeron más, de sus amores humanos y divinos, fue porque no encontraron las palabras adecuadas para hacerlo, pero que en el fondo lo hubieran deseado (vaya, que han vivido para decir aquello que les había sido confiado). En otras palabras, hablar de la vida interior propia siempre implica un desnudamiento del alma, algo mucho más íntimo y comprometido que el mero desnudarse del cuerpo (ya sé lo que estás pensando: que a quién se le ocurre hacer esa distinción, separar lo uno de lo otro, si en esta vida el cuerpo es la forma corporis humani, y ambos están unidos “matrimonialmente”, como muy bien dijo Calderón de la Barca en su más bello auto sacramental: El pleito matrimonial del alma y el cuerpo). Bueno, a lo que vamos, que anoche, después de ver en casa una peli soporífera y banal, al abrir el mail antes de acostarme (nefasta costumbre de la sin embargo no puedo prescindir), me encontré con este mensaje: Ay, Alvarito (me llama siempre así, y la verdad es que a mí me encanta; era algo que hacía mi madre, por cierto con un deje bastante parecido, un medio tono de quien piensa que uno no tiene apenas remedio), la verdad es que no entiendes absolutamente nada. Llevo años intentando que me comprendas, pero ahora me parece que estás cada vez más lejos. Mira, es muy fácil, te lo diré con una fórmula que el otro día, mientras me duchaba por la mañana, y las niñas se peleaban en nuestro cuarto, y comenzaban a llamar a la puerta del baño, en medio de ese pequeño caos doméstico, cuando pensé que podía darme un ataque de nervios, en ese preciso momento en el que carecía de cualquier posibilidad de vivir con una paz externa, oí una voz por dentro que me decía con una claridad mayor que la del agua que corría por mi piel dorada, oí una voz que me decía que me quería, con paz o sin ella, pero “quebrantada por el Espíritu”. ¿Lo entiendes? Me quería rota, informe, desmadejada: ya te reconstruiré yo, un millón de veces al día si es necesario. Alvarito, es el lenguaje del deseo, ese en el que nos encontramos solos, cara a cara, con Él. ¿Cuántos corazones crees que tenemos? ¿Cuántos nos han sido dado? No te das cuentas de que sólo tenemos uno, y que debemos querer siempre con él. Por eso hay que mantenerlo puro, pero no intacto, y sobre todo hay que mantenerlo lleno. No pasa nada porque se rompa, una y otra vez, lo importante es dejarse recomponer. Lo peor es la tibieza, ¿lo sabes, no? No debería decirte lo que sentí en la ducha: no oía nada de fuera, pero noté por dentro una llama, una bengala que me devoraba al tocarme, no sabía en realidad si estaba siendo amada u odiada, rechazada o deseada, perdida o ganada, satisfecha o maltrecha, dañada, honrada, beneficiada, avergonzada. No sabía nada, y eso me consolaba. Sin dejar de ser libre, no era yo quien dominaba. Me dejé llevar, pero no te puedo decir más. Duró media hora, creo… Sólo te voy a mostrar una cosa que apunté, nada más volver en mí, en un papel que ahora guardo debajo de la almohada: En cuanto Amor toca a la Amada, come su carne y bebe su sangre. ¿Ves como es mejor que no siga? ¿lo entiendes ahora? Y tú siempre igual, preguntando, sin enterarte de nada. A veces pienso que en realidad no te atreves a enterarte de nada. Pienso que eres de naturaleza cobarde, aunque no te lo reprocho: casi nadie se atreve a dar el salto, y a dejarse hacer por dentro. Es una pena, porque ahí es justamente donde empieza la vida. Más allá de las apariencias, de las formas exteriores que no conducen a nada real. Perdóname Alvarito, que te estoy hablando como un predicador. No te lo mereces. ¿Me perdonas? Yo sólo debo servir a tu alegría, me gustaría servir sólo a tu alegría. Quiero que sepas que no me olvido de ti.
Ese es el mensaje, y puedes creer que me ha costado mucho ponerlo (casi) entero. Sobre todo porque no lo entiendo bien. Lo que no sé muy bien es que papel juego yo en todo eso. Nunca se ha atrevido a decírmelo de un modo directo y comprensible por alguien tan simple como yo. Quizás ninguno, pero por una extraña razón creo que esa persona me necesita para confiarme algo que pocos entenderían. Soy como una especie de lector ideal de lo que escribe, en un mundo en el que ya nadie cree que los amores así sean posibles. Eso me recuerda (ay, estoy largando demasiado) que guardo una nota que me escribió hace muchos años. No sé si lo he dicho ya pero mi amiga fue alumna mía, hace ya varios lustros. Un día estábamos en clase, a primera hora de la mañana, estudiando un texto de San Agustín, el éxtasis de Ostia, para ser más precisos. Yo observé que ella no paraba de escribir. Pensé que estaba tomando apuntes. Me extrañó un poco, porque nunca lo hacía: normalmente se limitaba a mirarme fija y atentamente con sus grandes ojos verdes, vivos e inteligentes. Pero ese día no paraba de escribir. Cuando terminó la clase, me quedé sentado. Tengo la costumbre de quedarme al poste, después de la última hora de clase. Vino hacia mí. Me dejó un papel y me dijo con una voz extraña: “Tome, es para que Usted lo guarde”. Cuando llegué a casa lo leí (y por supuesto que lo guardo entre las cosas que más quiero): Te escribo (no voy a intercalar más comentarios al texto, pero ¡cuánto me ha inquietado siempre este comienzo! No hace falta ser un experto para entender la ambivalencia del incipit: ¿me dirige un mensaje escrito o con su escritura está también haciéndome a mí, en algún plano misterioso?, ¿no será que cree que soy su escritura, o que realmente lo soy?) Escribo a ti y escribo tú. Nunca diré bastante lo que (yo) mi escritura te debe. Me dirijo a ti. Eres mi dirección. Cada libro es en cierto modo una carta que quiere ser recibida por ti. Pero no escribo para ti: escribo por ti, pasando por ti, por tu causa. Y gracias a ti cada libro adopta toda libertad. Una libertad loca, como dices tú siempre. La libertad de no parecer, de no obedecer. Pero el propio libro está loco. Tiene su lógica profunda. Pero sin ti yo tendría miedo de no regresar nunca del monte Locura. Pero puedo perderme sin angustia puesto que tú me guardas. No escribo relatos, no escribo discursos, es una máquina poética, la semilla de una frase es poema. Porque tú velas, mi escritura se toma la libertad de escapar a las leyes de la sociedad. No responde a filiaciones. Ejerce el derecho a la invención, a la búsqueda. Sólo se busca lo que no se ha encontrado aún, pero que sin embargo existe. Yo, en mi escritura, te busco.
Como puedes comprender, más allá del exceso adolescente (espero sinceramente que no lea ésto), me quedé estupefacto. Me ha costado mucho entenderle. Aún hoy día no estoy seguro de si le entiendo. Pero cada vez que leo algo suyo siento un calor muy especial. Y un temblor, dada la responsabilidad que ha echado sobre mis espaldas. A veces, para tranquilizarme, pienso que todo se debe tan sólo a que yo le enseñé a leer mejor.
P.S. La foto pertenece al fotógrafo angloalemán Bill Brandt. Se titula 1949, Campden Hill, London.
Tampoco estoy yo segura de entender, pero hay un fuego, una belleza, un hálito vital en esa carta, y también me gusta cómo cuentas tu perplejidad preguntándote por qué es tuya esa escucha, qué significa el gesto de decirte…
exacto, eso es lo que me gustaría saber: qué significa, si es que significa algo…
Como la pregunta que el protagonista de la última de los Cohen les hacía a los rabinos? Yo me reconocí en esas preguntas.
Y preciosa la foto de Bill Brandt. Por cierto que tengo por ahí una foto suya de unas ovejas irlandesas que me entusiasma, es maravillosa, te la buscaré. La puse en una de aquellas conferencias nuestras de escritoras y fotógrafas
no me extraña que te tenga fascinado In Treatment, hay algo de eso que invoca el diván en todo este post. En la demanda de ella hacia ti y en tu manera de querer escucharla. Yo creo que ella te está hablando de un goce suyo, el goce femenino o místico que tanto intentó dilucidar Lacan, y lo plantea como lo suele plantear la mujer, en forma de pregunta, a ti que te ha colocado en un lugar otro, de espectador exterior, deseante, por eso le sirves tanto. me tengo que volver a leer el post de nuevo en otro momento,
yo sólo quería decir que ese auto de Calderón es una de mis piezas favoritas, el Pleito… que casi llego a dirigir yo misma, animada por Josep María Carandell, que me lo regaló y animó a que lo hiciera. Poca gente habla de él y me ha hecho ilusión encontrarlo aquí.
En fin, Álvaro, me gustan y admiran tus preguntas.
búscamela, por favor, me encantaría verla: ¿está en el libro de las conferencias? En ese volumen (Amazonas y modelos) en el hay cosas estupendas (especialmente lo tuyo y lo de Lydia Oliva). Lo que hacéis las dos tiene poco que ver con el resto. Nada convencional, algo que sale de dentro y va al meollo de las cosas; algo tan alejado de lo que hace la gente que ha profesionalizado este tipo de actividades y que, a mí me recuerda aquella palabra del Kempis: usan palabras pero no dan espíritu
sí, me tiene totalmente fascinado (estoy viéndolo por segunda vez, y haciéndome tantas preguntas; alguna de las cuales, por cierto, me gustaría trasladarte) y me ha fascinado aún más la coincidencia de estas notas y cartas que me llegan cuando estoy sumido en ese mundo de preguntas e inquisiciones de los adentros
cuando oigo a esos personajes, hablar de lo que les sucede, de sus dolores, de sus problemas, me pregunto como es posible que a tanta gente parezca que no les pasa nunca nada, y que viven como si el mundo fuera el único posible, el mejor de los mundos
y no sabes lo que me alegra lo que me dices de Calderón (a mí me lo descubrió una amiga francesa que lo tradujo y que lo llevo nada menos que a la Comédie Francaise)
Ese texto contiene verdades que me han sostenido literalmente durante años, por ejemplo lo que se dice al final sobre el purgatorio es algo increíblemente consolador
vanessa, ten en cuenta lo que yo me juego si deja de escribir; sería tanto como que yo dejara de existir, al menos en parte, en un plano que no domino, que ignoro, pero que sé que está ahí y que es muy importante para mi propia vida (hay una conexión muy profunda entre la vida de las personas y la escritura, imposible de descifrar pero real, mucho más real que otras muchas cosas que hacemos pasar por decisivas) no sé si me estoy explicando, ¡lo siento!
Laisse l'analyse de ces lettres, tu en comprends l'essentiel. Et l'essentiel est bon, alors ne te tourmente pas et tranquilise-toi. Je t'embrasse
Seguramente no tiene nada que ver, o sí… al leer este post y vuestros comentarios me ha venido a la memoria una película que encontré ayer en la pública de Barcelona y que se me había escapado en su momento: "The pillow book" de Peter Greenaway, esa reflexión sobre la escritura y el cuerpo, sobre escribir en el cuerpo de otro…
Buenos días a todos.
Gracias, Delphine, creo que tienes razón.
Gracias Bel M. Voy a buscarla, pero creo que es el mismo que hizo Secretos y mentiras, una película extraordinaria sobre una mujer adoptada que buscaba a su madre.
Probablemente sea una estupidez pero, además de que estas notas me siguen encandilando como el primer día, leerlas es como trasladarse al monte en una tarde lluviosa y ante una chimenea de leña leer un clásico ruso… tonterías de una…
eso sí que es un elogio, los clásicos rusos son los grandes conocerdores del almna humana
Me encantó la foto de Brandt, pues además me recuerda un cuadro de ingres…
Que sería de los blogs si no fueran públicos… creo que hay una gran diferencia entre un diario donde uno en verdad se desnuda y un blog donde sabes que otros te leeran y pues solo muestras tus partes más bellas…supongo :)))
totalmente de acuerdo, es puro Ingres
bueno, puede ser cierto lo que dices sobre esa diferencia: según las personas y los blogs, y los diarios, claro
en mi caso, hago un esfuerzo para que no salir favorecido en mi blog, lo que por cierto me cuesta bastantes disgustos con personas que me importan mucho
lo cual no quiere decir que en efecto en mis libros, en los que ya he escrito y en los que están por venir, la cosa no vaya a ser aún peor