El pasado viernes tuve el honor y la fortuna de participar en uno de esos actos, la presentación del libro Algunos hombres y otras mujeres…, de mi amiga Isabel Nuñez (en la foto), que te dejan una profunda huella. De nuevo La Central, de nuevo un público atento, de nuevo unos colegas inteligentes, llenos de elegancia y exentos de la pedantería, suficiencia y vanidad que embota el mundillo de las letras. ¿Qué habré hecho yo para merecer este intercambio feliz? Un ejemplo: justo antes de empezar, cuando todos estábamos un poco nerviosos y ensimismados, pensando en lo que diríamos cuando nos tocase el turno (yo personalmente detesto hablar en público, cada vez más, y sé que algún día, tôt ou tard, dejaré de hacerlo de forma definitiva), veo a una de las presentadoras, Elena Vilallonga, acercarse hacia mi lado de la mesa con unos muñequitos, unos play-móviles, idénticos a los que aparecen en la portada del libro de Isabel. Cuando había dejado dos figuras frente a mí, como hizo con cada uno de los ponentes, aún volvió de nuevo a retirar y cambiarme uno de ellos al que le faltaba una pieza de la cabeza. De inmediato recordé, cómo no, la frase de Mies: Dios está en los detalles. Toni Clapés, que moderaba la sesión, nos fue dando la palabra: primero Elena, luego me tocó a mí, después el propio Toni, y, para finalizar, Isabel, que se limitó, como no podía ser de otra manera, a leer uno de los cuentos del libro. Hubo alguna pregunta e intervención del público. Inteligentes. Concretas. Más tarde, nos fuimos a cenar una docena de amigos de Isabel. Al poco rato, se creó un ambiente fantástico. Personas de todas las edades, cada uno de su padre y de su madre, pero todos felices de acompañar a una persona así. Acabamos en el Belvedere (un lugar al que me veo, cada vez más, imantado, y en el que me están pasando cosas importantes últimamente), bromeando y riendo, a mandíbula batiente, hasta las cuatro de la mañana. ¿Pero, qué hago yo aquí, disfrutando de esta forma, con personas a las que, con la excepción de Isabel, no había visto en mi vida? ¿Cómo es posible que se produzca esa unión, esa fraternidad, en apenas unos instantes? ¿Cuál es el motivo de fondo por el que el libro de Isabel se convirtió, en un momento mágico, en un auténtico topoi?
Esa es la pregunta que llevo haciéndome desde entonces. Mi tentación sería decir que no tengo ni idea. Tal vez sería lo más honesto, pero contradiría algo que, los que llevan leyendo este blog algún tiempo, saben que es uno de mis lemas: jamás hay que rehuir ningún reto, ningún intento de explicación de un fenómeno, por misterioso o secreto que sea. Hay que intentarlo, y llegar hasta donde se pueda (ves, criatura luminosa, como yo puedo ser también bastante racional, y hasta racionalista, según se mire, y espero que por eso no dejes de quererme).
Con esa pregunta, latiéndome por dentro, he procurado rebobinar un poco, y volver a mirar todo lo que sucedió más despacio, con más atención, repasar lo que se dijo, y el contenido de lo que se dijo, o sea, a qué se referían en realidad las cosas que salieron por la boca de los que estuvimos allí esa tarde.
Naturalmente que todo se refería al libro en cuestión. Distintas visiones, todas ellas perfectamente válidas, a pesar de que en algún momento pudieran parecer (o realmente fueran) dispares. El arte es un asunto entre seres humanos. Es el espléndido título del espléndido estudio que hizo Paula, mi querida mujer, del crítico de arte Roger Fry. Ese título enuncia una gran verdad: el arte está hecho, en parte, para poder hablar, y para que cada uno diga, con respeto y rigor, lo que le parezca, exponiéndose a la equivocación. Así lo hicimos todos. Mi tesis de fondo tenía que ver con algo que llamé la fidelidad a la narración. Creo que ahí reside la fuerza del libro de Isabel. También la capacidad de revelación de una identidad, que sin duda contiene. Cuando en el Evangelio, alguien pregunta al Cristo, ¿quién es mi prójimo?, el Señor no responde con un discurso teórico. Sin solución de continuidad, cuenta una historia: “Bajaba un hombre de Jerusalem a Jericó…” Algo análogo es lo que yo he encontrado en Algunos hombres… Una historia, fiel a su lógica narrativa. Implacable. Impecable. Con estos dos calificativos me refiero a una cosa muy de fondo: nadie puede narrar su propia vida si no se desprende por adelantado de ella. El desprendimiento consiste en respetar su lógica, en no maquillar, en no manipular, en no excusarse. Se trata de trasponer el espíritu de la cosa, tal como fue, al papel. Situarse, en este sentido preciso, más allá de la historia, aunque se trate de la nuestra. “Yo había abandonado el mundo y ahora era, como si de pronto, el mundo me necesitara a mí”, dice en un momento la protagonista de una de las historias (p. 53). Y es que para que el mundo le necesite a uno, primero es menester abandonarlo. No ser mundano. El relato de Isabel, cada uno de ellos, y el conjunto del que forman parte, se abre al lector, reclamando su propia respuesta, recordándole que lo esencial, para cada quien, más allá de la curiosidad, del morbo o del sentimentalismo que un libro así pueda suscitar, tiene que ver con él, con la vida concreta y real de cada lector. Como dijo de manera inmortal Isak Dinesen, en el Primer cuento del Cardenal, “sólo la historia tiene autoridad en el universo entero para responder a este grito que sale de lo más profundo de sus personajes, éste único grito de todos y cada uno de ellos: ¿Quién soy?” La pericia y el valor de Isabel Nuñez, como narradora, consiste fundamentalmente en guardar y vigilar la historia que va desgranando en cada uno de los cuentos. A mí, como lector, me interesa mucho más esa fidelidad que la dimensión racional o sapiencial que, sin duda, todos y cada uno desprenden. Cuando afirmo que la historia se abre definitivamente al final, no estoy señalando que los primeros cuentos sean de ninguna manera inferiores a los últimos: al contrario, es la coherencia lógica (de logos, sentido) lo que lleva de un modo natural a la morosidad final, a la mayor apertura, madurez y comprehensión de una voz narrativa que ha ido creciendo a lo largo de docenas de páginas anteriores, necesarias, esenciales. Precisamente por eso, lo sepa ella o no, al final del acto, Isabel sólo podía leernos un cuento. Si nos hubiera ofrecido un discurso, por lúcido que este hubiese sido, ayudada por el hecho revelador en que consistió el diálogo sostenido por sus amigos, la magia se hubiera perdido. Leyó, con ese ritmo tan suyo. Habló como habla la lluvia, apuntando a cosas que la razón jamás podrá alcanzar. Un no sé qué. Un rumor. Un mito que, lógicamente, va mucho más allá de ella (como la buena literatura, roza lo intemporal y lo universal). Algo que apela al silencio final. A la introspección de cada lector. Algo que nos envolvió después, durante la cena, y que aún hoy nos envuelve. Penetrante. Amoroso. Alentador. “Cuando el narrador es fiel, dice la Dinesen en otro de sus cuentos, La página en blanco, eterna e inquebrantablemente fiel a la historia, al final es el silencio quien habla”. No el vacío, si no el silencio después de la palabra fiel. Esa es la aventura cervantina, la novedad eliotiana a la que a Isabel le gusta con frecuencia referirse.
Clap, clap, clap. Has estado bárbaro.
Yo también subrayé esa frase de "Yo había abandonado el mundo y ahora era, como si de pronto, el mundo me necesitara a mí"
Modestamente, creo que la protagonista nunca llegó a abandonar el mundo del todo, en el sentido de que nunca se escondió, siempre estuvo experimentándolo. Eso la salvó.
En el libro comenta sobre un amigo que de vez en cuando desaparecía cuando no se encontraba, y ella dice algo así de que cuando eso le pasaba a ella, necesita salir, escuchar otras historias, para olvidar las suyas.
Muy bonita esta entrada.
gracias, Iciar, perdón por no haber contestado antes, pero he tenido un día complicado
Gracias de verdad!
Oh my God! Yo no sabía nada de esto, me he dado un susto al ver mi foto asomando en las ventanillas del blog y ahora estoy abrumada, agradecida como Oscar Wilde con Robbie Ross. Un millón de gracias por todas esas palabras generosas; tendré que escribir algo que merezca todo esto…
Y la compañía de Dinesen, de Cervantes, de T.S.Eliot, de Fry (ese libro de Paula, lo buscaré, en fin…
muchas felicidades a tí y a Paula, un bx muy fuerte
Ya me da pena no haber estado en Barcelona el viernes.
It´s my pleasure!
Gracias Lou, 19 años como 19 soles
Borro mi comentario anterior para corregirlo y decirlo mejor. Lo he releído todo, conmovida. Es tan precioso lo que dices… Y que justamente me pongas al lado esa respuesta de las Escrituras. No sé qué podré hacer yo para merecer esto…
Felicidades por los 19 años , , nieva en Madrid como aquel maravilloso día en las montañas Navarras, para mi fue una boda inolvidable , llena de calor interior . Me ha encantado la entrada sobre esta buena amiga, cómprame su libro ya haremos cuentas por favor
gracias
cuenta con ello
magnífica crónica y reflexión de ese acontecimiento con algo mágico que fue la presentación del viernes. Muchos quedamos conmovidos por tu presentación valiente y generosa, profunda y vital. Lo que dices aquí viene incluso a enriquecer aún más aquel estupor clarividente con el que te expresaste, das nuevas claves: sí, tienes razón con ese lugar que señalas, el del desprendimiento y el abandono previo de un mundo, una historia, a la que el escritor decide entregarse con fidelidad, desde dentro y desde fuera, como las verdaderas revelaciones… también me parece muy importante eso que dices de que llegados a este punto, la escritora es capaz de respetar el acto de la escritura, casi imposible, sin excusarse, sin manipular, de nuevo la fidelidad, y para los que leemos y seguimos a Isabel ha supuesto reconocer que eso que ella lleva buscando un tiempo, un tono, un lugar desde donde poder enfrentarse a su novela, ya ha llegado, ya está aquí.
Gracias a los dos por compartir todo eso…
abrazo
gracias a ti, también por tu espléndido blog que he enlazado con el mío
No se puede decir más ni mejor del libro de Isabel, así que nada añadiré a lo mucho y bien dicho en este post. Sólo lamentar el no haber podido estar en la presentación. Me hubiese gustado escuchar tu intervención, de la que la propia Isabel me ha hablado tan bien. De Isabel sólo esperar que siga “desprendiéndose” de las muchas vidas que necesita contar, de las muchas vidas que necesitamos que nos cuente.
Hace tiempo que quería hacerte una sugerencia, si me lo permites, porque no soy yo quién para decirle a nadie cómo debe ordenar su casa. Sin embargo, como asiduo lector de este blog, a menudo me gusta hurgar en sus archivos, porque hay mucho y bueno que leer… y que aprender, y es ahí donde surge el problema: al no tener incorporada la función “Archivo del blog”, la búsqueda de los archivos más antiguos se vuelve lenta y difícil. ¿Sería posible que incorporaras esa función a tu blog?.
Un saludo.
gracias x la sugerencia, y x el interés
Gracias a ti. Así es más fácil la búsqueda
Álvaro, no sé qué decir… gracias! me siento algo abrumada…
y pasé hace unos días y vi el vídeo de Nora Catelli, sentí perderme esa presentación, pero qué suerte de esta grabación, abrazos
sí es una suerte, un regalo maravilloso, también por lo inesperado