Notas para un diario 132

Claro que yo tampoco acabo de entender bien la Femme au miroir, pero como lo prometido es deuda, voy a intentar si no explicar nada (sabes perfectamente que mi conocimiento de las artes plásticas está en pañales), sí al menos acercarme, por segunda vez, a esa so called master piece of avant-gard´s sculpture. La colocación en las salas Julio González del IVAM está muy lograda. Todo gira entorno a ella. Todo, desde los primeros dibujos (Près de la Mediterranée, por ejemplo) o de la orfebrería, te va conduciendo a ese tour de force final que es la Femme. Lo más fácil de ver, a la primera, es el modo en el que se deshacen (creo que la palabra sería la más adecuada) los planos de un rostro en las máscaras de los años 29, 30 y siguientes: Masque acéré, Masque “Ombre et lumière”, la Petit masque decoupé Montserrat… o, más pedagógica aún, la Démie-masque aux dents: un semicírculo que parece una hoja esbelta, con unos dientes cuadrados al pie. No te olvides de que hay que procurar abrir los ojos y la mente, los ojos de la mente, “tratar de percibir cualquier indicio y hacerse eco de cualquier armonía oculta” (Gombrich). A mí la que me emociona más todavía es la Masque d´adolescent (en la foto de abajo), que debe de ser una de las primeras de la serie de las máscaras.
Dicen que los dibujos de los ultimísimos años, los que hizo cuando, ya enfermo, no podía esculpir, con la guerra de España perdida y Francia ocupada por los nazis, son algo que no se puede creer, de belleza y de dolor, pero la serie de las máscaras no está mal tampoco. En las máscaras, al deshacer los rasgos de la cara, convirtiéndola en máscara/mensaje (algo por donde pasa la voz), recortando planos, iba más allá de la vieja aspiración cezaniana y cubista de crear una ilusión de profundidad: aquí no hacía falta representar una tercera dimensión espacial sino que se trataba de reconocerla presente y jugar con ella. Julio González decía que quería “dibujar en el espacio”. ¿Lo aprendió en el Picasso del monumento a la tumba de Apollinaire, el Picasso que hablaba de los “hechos de aire” con el que tan estrechamente colaboró? Quizás, pero no sólo. También estaban las civilizaciones antiguas, las mediterráneas por ejemplo, la micénica o la egipcia por ejemplo (El artista usa códigos que nos llevan al menos hasta la prehistoria, Chillida). Esto de la realidad y de lo que se encuentra realmente presente en arte no es algo despreciable, y por eso llama la atención como juega ese principio básico en este caso. ¿Una contradicción más? Seguramente. Me refiero al tamaño de la figura, algo que a todos asombra favorablemente: el hecho de que, a diferencia de la mayor parte de las obras del escultor, la Femme au miroir tenga dimensiones realmente humanas. No hay juego con la escala, o, mejor dicho, el juego consiste en imitarla miméticamente. ¿Por qué? À quoi bon en alguien que juega a apartarse de la reproducción mimética de la naturaleza para mejor reflejar, mediante la imaginación, sus formas reales? Pues mira, no lo sé. Nunca se acaba de aprender en lo que se refiere a arte. Y me alegro de que así sea. Poquet a poquet, ¿no? ¿Quién quiere agotar ningún tema? Al fin y al cabo, y tampoco sé porqué, si tenía que ver contigo o con la mujer en el espejo de la escultura, la que danza delante del espejo lunar, la que nunca debería aspirar a que el espejo le devuelva ni una mínima parte de su ardiente complejidad, yo recordaba, al paso por las salas del IVAM, un pequeño fragmento de El alma y la danza, el diálogo de ValéryGocemos de este instante delicadísimo en que ella muda de voluntad!… Como el pájaro llegado al borde mismo de la techumbre rompe con la hermosura del mármol y cae en vuelo…

2 Comments Notas para un diario 132

  1. José Ignacio 29/09/2009 at 15:58

    La pasión (y conocimiento) con la que hablas de las exposiciones consigue que quisiera verlas todas.
    ¿No es lo mejor que puede conseguir una crítica, provocar nuestro deseo?

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  2. delarica@unav.es 29/09/2009 at 16:04

    Sí es así, pues me alegro realmente.

    Gracias por la maravillosa versión del Helplessly Hoping, una de mis canciones del alma

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