Notas para un diario 124

Me pregunto porqué la palabra sabiduría, en griego, latín, hebreo, español, francés, catalán, alemán, es un nombre femenino. No me parece nada casual: sophía, hokmâ, sapientia, sabiduría, sagesse, saviesa o sapiència, Weisheit. Da mucho que pensar, ¿no? En Proverbios 1, 8 se distingue la instrucción “paterna” (Wissen, en alemán, por ejemplo, también es neutro), de la sabiduría que viene de las madres que dan a luz, en el sentido más espiritual que quepa imaginar esa bella expresión del castellano. Un tema para eternizarse. Quizás lo más importante es que en ese mismo y memorable prólogo de Proverbios, en 1, 22-23, la sabiduría que llama, con la intimidad de una amiga íntima (que bien entendió esto Tsvietáieva en la Carta a la Amazona), es el mismo Dios. O el Espíritu de Dios. O la sombra de Dios, la misma persona que le acompañaba antes y durante la Creación (cf. Job, 28, 25-27). Una noche de este mes de agosto que pernocté en Madrid, cerca del momento de la caída de las Perseidas, pasé la tarde revolviendo la biblioteca de mi padre. Releí, en el último tomo del Moëller, el ensayo sobre Bergman. Y me sorprendió la idea de que lo fundamental en el autor sueco, el eje sobre el que gira todo su mundo, es la ternura. Hablando de la sabiduría. Ayer, leí, en La Vanguardia, una breve semblanza de Modest Prats. “Molt bé, noi”. Me acuerdo que me dijo esas palabras después de una conferencia que impartí sobre Magris a la que tuvo la deferencia de asistir. Comprendí lo generoso que era (ya me lo había contado mi hermana, Maria Pertile). Yo cuando le vi sentado, al comienzo de la charla, casi que pensé, pues mira, mejor me callo. Pero no, la ignorancia es audaz y continué hablando. Modest Prats escuchó como un señor, que es lo que es, y después se avalanzó sobre mí con la cordialidad de la sabiduría: “Molt bé, noi, molt bé”. La semblanza viene a propósito de la recopilación de parte de sus ensayos en Engrunes i retalls. Escrits de llengua y cultura catalanes. Lo ha publicado la Universidad de Gerona, y hablaré más largo de su contenido cuando lo tenga entre las manos. La verdad ha de tocarse con las manos, con la punta de los dedos de las manos, con las yemas de los dedos de las manos. No he encontrado para esta entrada mejor ejemplo de sabiduría plástica, la que nace del principio esencial de la verdad interior, que la foto de un instante en un jardín de Florencia que captó el ojo de mi amiga Anna Alejo. En realidad me pregunto si no me he inventado estas notas para poder poner semejante foto. Antonioni habría hecho una película con ella; yo me debo de conformar con estos borrones. Me gustaría sentarme contigo sobre las doradas hojas rojas y pasarme siete días hablando de todo y de nada, sobre todo de nada. Hablar a la vista de todos, con la invisibilidad que ofrece la exposición a la vista de todos. Leo, por último, una frase que me golpea, de Dubravka Ugresic (no domino el teclado del ordenata y no sé poner los acentos): “El lado más íntimo del exilio está vinculado con el equipaje”

4 Comments Notas para un diario 124

  1. Icíar 27/08/2009 at 18:16

    Bueno, pues está perfecto, no te falta ningún acento.

    Te felicito por los que te tienen envidia, es una magnífica señal, quiren lo que tienes, y además, ¿a quién le importa? nos tienes a todos los demás.

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  2. delarica@unav.es 27/08/2009 at 18:18

    Sí, si falta, ese Ugresic eslavo lleva dos rarísimos, que no encuentro en el teclado.
    Gracias por tus palabras, de verdad.

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  3. zbelnu 28/08/2009 at 10:33

    La imagen me recuerda a una mía, no tan bonita, más balcánica. Y curiosamente acabo de citar ese concepto de Dubravka en un comentario en el blog del objeto a, yo hablaba de esos álbumes de fotos que ella arrastraba preguntándose por su identidad en el exilio, me preguntaba en mi último post sobre separarme para recordar quién soy y V. se preguntaba quiénes somos respecto a las casas

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  4. delarica@unav.es 28/08/2009 at 10:54

    Buscaré ese comentario, que parece tan interesante. Gracias!

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