Mientras llueven mares sobre la capital del Reyno (que espectáculo!) y yo preparo una sesión del seminario de la Cátedra sobre el Autorretratro en espejo convexo de John Asbery, oyendo el piano de Philip Glass, recuerdo que hace dos días, el pasado jueves, Jean Clair ha sido elegido miembro de la Académie Française. Me contó en Pamplona que la elección era ese día (ver DIARIO 7 del 7 de mayo de 2008). Al final fue elegido por una gran mayoría de académicos y supone en parte la culminación de una carrera de ensayista. La Academia se renueva, a diferencia de la nuestra, con gentes de pensamiento (ya incorporó hace tres años a mi amiga Florence Delay), profesores y críticos. No todo es escribir novela en el país de Balzac, Flaubert o Proust (Cuando pienso que no está en La Española Jiménez Lozano…) J.C escribe maravillosamente sobre los temas más difíciles. Claro, sutil y envolvente, cumple como pocos la teoría del iceberg: reconocemos con claridad que detrás de lo que dice hay horas, días y años de pensamiento elaborado. Su independencia intelectual está moderada por la prudencia. Acaba de publicar en España La barbarie ordinaria (La Balsa de la Medusa), un estudio sobre el Holocausto y la pintura de Zoran Music. Hablaremos de todo esto con la calma debida. Me vuelvo a estudiar.
(La foto con J.C la tomó L.B. La otra es una foto de la famosa “cúpula” del Instituto de Francia, sede de la Académie, quai Branly, en la margen izquierda del Sena)