Entre las muchas fotografías que los reporteros de los diarios americanos e ingleses sacaron durante la campaña de Sicilia, en el verano de 1943, hay dos especialmente memorables para mí, de un significado realmente histórico… La primera: un pastor, viejo, barbudo, pesadamente vestido, indica el camino a un soldado americano. Sabemos que está señalando el camino exacto. Al paisano, al amigo, al pariente rico enviado a Sicilia por su buen presidente para hacer una guerra buena y justa. Figura intemporal, el pastor nos transporta automáticamente a la otra campaña de Sicilia, de ochenta y tres años antes: Garibaldi en Sicilia, con sus mil hombres, perseguido alrededor de Palermo por los cinco mil del coronel Von Meckel y el mayor Bosco… El mito de Garibaldi en 1860, el mito de América en 1943; los que eran técnica, jurídicamente, los invasores, gracias a los mitos que representaron –el definitiva un único mito: la libertad– se convertían en los aliados, los amigos (y también los amigos de los amigos).
Copio una parte significativa de una de las entradas de Negro sobre negro, el dietario que Leonardo Sciascia compiló desde 1969, seleccionando algunas de sus colaboraciones periodísticas, que son de entre las mejores del pasado siglo, y que se ha reeditado en España hace unos meses: Global Rythm, 2007.
No he comprado ese libro porque tengo la edición de Adelphi (2007) y una en español, traducida por cierto por el gran Jordá, que publicó Brugera en 1984. Son unas ediciones modestas materialmente pero maravillosas desde el punto de vista literario. Las del gato que parece un buho; o un buho con cola de gato. Debo tener unos cincuenta volúmenes de esa colección en la que aparecieron clasicos y modernos que nos han formado a una generación de lectores. En concreto, el libro de Sciascia costó 300 pesetas. Menos de dos euros, frente a los 22 que cuesta la nueva edición. ¡Joder Ana, que viejo estoy yo también!
Para los que no queráis gastaros las casi cuatro mil pelas, iré copiando algunas cosas en este blog. Sciascia es una de las mentes más lúcidas que conozco. En mis antípodas ideológicas, lo considero no obstante un auténtico maitre à penser. Lo leo siempre.