En la nueva entrega de los cuadernos íntimos de Marina Tsvietáieva, una de la tres o cuatro voces poéticas esenciales del siglo XX, que acaba de editar Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores (Confesiones. Vivir en el fuego, 2009), se cuenta una anécdota, sin querer, que me parece muy significativa de como funciona en realidad esto que llamamos mundo literario.
Se incluye en esta selección del material existente en ruso, aproximadamente un diez por ciento de todo lo que hay, un borrador del 27 de enero de 1937 de una carta que la Tsvietáieva escribió a André Gide (en la foto). Marina lleva años intentando publicar algo en francés. Para sobrevivir. No lo consigue. Ni siquiera una traducción. Ha dedicado seis meses (lo atestiguan varios cuadernos de trabajo con más de doscientas páginas de notas) a traducir al gran Pushkin. Justo en aquel momento se celebra el centenario de su muerte, acaecida en 1837. La Sorbona ha organizado un gran homenaje en honor del poeta nacional ruso. Gide ha participado. Además, acaba de escribir, el otoño anterior, sus famosas reflexiones sobre la URSS. Está en la cima de su prestigio. El tomo XII de sus Obras completas acaba de aparecer a finales de año.
La Tsvietáieva sabe que Gide es el factotum de la NRF. Ha enviado otros trabajos con anterioridad y han sido rechazados siempre. En Gallimard son prosoviéticos y a ella la tienen por rusa blanca. Pone toda su confianza en la persona augusta de Gide, al que no conoce personalmente. “Jamás habría escrito a otro poeta que no fuera usted. Porque usted ama a Rusia, porque nos conoce un poco”. Primero defiende sus traducciones con argumentos. Alude a algunos expertos que la pueden avalar. Pero intuye que todo eso es inútil, y lanza por fin la artillería pesada. Como sabe que es una desconocida, una simple parvenue, saca a relucir a sus amigos/amantes. “Soy y sigo siendo gran amiga del Poeta Borís Pasternak, que me dedicó su largo poema 1905… Soy la última amiga de Rainer María Rilke, su última alegría, su última Rusia (su patria de elección)… y su último, el último de sus últimos poemas, Elegía para Marina, que jamás he hecho público porque odio las cosas públicas“.
Patético. No miente en absoluto, pero que violencia contra sí misma debió de hacerse al escribir aquellas frases nauseabundas. Un genio de la poesía, una mujer maravillosa, uno de esos pocos talentos que aparecen cada cien años, arrastrándose ante un escritor poderoso, de los que, como decía Lampedusa irónicamente de Baudelaire, en una cuidad como París aparecen por docenas cada temporada.
Así de triste es la vida literaria, así de injusta, de mediocre y hasta de miserable. Todos nos hemos arrastrado en un momento dado, nos hemos pavoneado para darnos importancia, hemos hecho de comerciales baratos de nuestra pobre mercancía. Ahora mismo recuerdo algunas cosas de las que me arrepiento, y por las que siento náuseas. No, no las volvería a hacer. Creo que prefiero morirme de hambre o sencillamente dejar de escribir para siempre.
Gide no respondió. Estaba demasiado ocupado consigo mismo. ¿No había rechazado en 1913 al mismísimo Proust?
En fin…
En la edición de Galaxia Gutenberg, hay una nota al final a la carta citada. Dice solamente: “Cinco poemas de Pushkin traducidos por M. Ts serán publicados en mayo de 1937 en La vie intellectuelle, el periódico de los dominicos franceses”. Con la Iglesia hemos topado. No dice nada más, al fin y al cabo éstas gentes oscuras y siniestras no cuentan en la vida literaria. Cuenta los pájaros como Gide. Y los soviets, que para una determinada izquierda eran el futuro de la humanidad. A lo mejor los dominicos de París (mi experiencia con ellos es que son gente muy culta) se tomaron la molestia de leer aquellas maravillas traducidas por una ruda insignificante. ¿No fue Rimbaud quien, en el Prólogo a Una temporada en el infierno, escribió aquello de que La caridad es esa llave?
M.T. es una de mis poetas amadas. Su libro El poeta y el tiempo es uno de los mejores ensayos sobre poesía que he leído jamás. Sólo el tiempo le ha hecho justicia a su gran obra. Entradas como la tuya, sin duda, colaboran a la realización de esa justicia. Un abrazo
gracias, Lauren, he intentado contestarte en la entrada de hoy miércoles