Un fragmento
Recuerdo que todo empezó de una manera difusa. Una noche, hace pocos meses, no podía dormir. Permanecí intranquila en la cama durante horas, con los ojos abiertos y el corazón acelerado. Mientras jadeaba, cada vez de modo más angustioso y sonoro, pensaba desordenadamente en muchas cosas, hasta que de pronto me encontré a mí misma dándole vueltas a mi matrimonio. Apenas llevábamos dos años casados. Dos años que habían transcurrido sin grandes sobresaltos. Lo normal. La verdad es que ahora, mientras te escribo, me doy cuenta de que muchas de las cosas que han pasado no tenían nada de normales. Me preguntaste una vez si me casé enamorada, y te dije que creía que nunca había sentido una gran pasión, ni siquiera por mi marido. No sé si dije la verdad. No es fácil saberlo. Ahora sé que no fue una gran pasión comparada con lo que he sentido después, pero entonces me parecía el amor de mi vida. Supongo que si me casé es porque le amaba y que mentiría si te digo lo contrario. Tú sabes que odio la mentira y que la única fuerza que he tenido en todo este tiempo ha sido la transparencia. No he engañado nunca a nadie y a todos os he ido diciendo la verdad en cada momento. La verdad con el único límite de no hacer daño voluntariamente a nadie.