Las horas del verano

No he terminado de hablar de Dora Bruder. Ni mucho menos. Ni de Johnny Cash. Bueno, de éste casi no he empezado. Pero las cosas me salen al encuentro, y se van entrelazando con una intensidad que a veces me asusta. A propósito de la lectura de Modiano, llevo varios días obsesionado con algunas cosas. “Tengo la impresión de ser –escribe– el único en establecer el vínculo entre el París de aquel tiempo y el de hoy, el vínculo se adelgaza y está a punto de romperse; pero algunas noches la ciudad de ayer se me aparece con reflejos furtivos detrás de la de hoy”. Precisamente pensaba una tarde de éstas, hojeando algunos de los miles de libros que hay en mi casa, que para hacer una obra valiosa, en casi cualquier campo, se necesitan varias generaciones de una misma familia (como ocurría con las catedrales góticas). Me daba cuenta de que mi papel habrá sido reunir esos libros, pero que hará falta otros que tengan el tiempo necesario para dedicarse a leerlos, más a fondo, y a contestar a lo que dicen. ¿Lo harán mis hijos o mis nietos u otras personas más o menos cercanas? No lo sé. Ni siquiera sé si eso importa de verdad. La vida de Dora Bruder jamás alcanzó ese tipo de especulaciones para tiempos de paz. Modiano escribió todo eso sin tener apenas acceso a ningún libro. Al libro de la vida, sí, claro.
También estoy deslumbrado con el mundo de los museos. Al fin y al cabo, son lugares que almacenan objetos, más o menos preciosos o curiosos. Y, ¿para qué? ¿Para guardar la memoria de una nación (concepto discutido y discutible)? Me llega la información de que en el Museo del Prado se ha creado una Cátedra. Los Museos crean Cátedras y las Universidades, Museos. El primer titular de la misma es Philippe de Montebello, quien fuera Director del Metropolitan de Nueva York durante treinta años. Lo primero que ha planteado es un curso con el título El Museo: hoy y mañana. Si se miran los ponentes y los títulos de las sesiones, es fácil reconocer un determinado estilo: el norteamericano (y no precisamente el de la América de Johnny Cash). Para algo tenemos un gobierno de izquierdas, ¿no? El Museo como centro de educación de la gente. La vieja idea ilustrada en la que nunca he creído. Hay un Plan de Actuación para el Prado, que se puede leer en la web. Es mucho más que un plan de actuación. Yo, cuando llegué al capítulo “Ser del Prado“, dejé de leerlo. Primero pensé que se refería a lo necesario para apuntarse al Prado, a los Amigos del Museo, o algo así. No, no. Es un intento de definir la esencia. Me pasa como a Cervantes, que cuando alguien me habla del ser de algo, me cambio de acera. Pero juzgad vosotros mismos. A mí me llaman la atención algunas cosas: por ejemplo, que se quiera vender la idea de que el Museo es, en realidad, un campus.
Por la noche, veo con Paula una película francesa (a la que no le darán el Oscar): Las horas del verano. Os la recomiendo vivamente. Es la historia de una familia, de los objetos que aman y del paso del tiempo. De como, una generación después, lo que ha sido importante para unos, lo que ha significado el amor y la ternura, lo que ha contenido de alguna forma los secretos más íntimos y decisivos, los que vienen detrás lo ven como un mero objeto de cambio. Algo que se puede vender y que, como mucho, se acumulará en un Museo.
Al acostarme, pensaba en la vieja Europa. Una amiga mía, con la que hablaba de todas estas cosas, me decía hace poco que estamos perdiendo nuestras virtudes: la austeridad, el amor a lo viejo, el ingenio y la cultura.
¿Os ha ocurrido alguna vez que la melancolía no os deje dormir?

2 Comments Las horas del verano

  1. María 18/02/2009 at 12:40

    A mí sí que me ha ocurrido… Tantas…
    Meloncholia,meloncholia…

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  2. alfonso 18/02/2009 at 18:37

    a mi no me deja vivir

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