© Jimena Orozco |
Karla Olvera (Pachuca, México, 1981) ha presentado en la Feria del Libro de Guadalajara La música en un tranvía checo y otros ensayos, una inteligente aproximación a los diarios de Kafka, Pessoa y Virginia Woolf. Publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro, con La música en un tranvía checo, Karla Olvera ha obtenido en su país el prestigioso Premio Nacional de Ensayo Jóven 2011. Resulta difícil entrarle a bote pronto a este breve pero enjundioso ensayo que aúna en sus páginas tanto de bueno. Recuerdo la frase de Eliot sobre que la crítica (la lectura estudiosa) de literatura era la actividad más exigente para la mente civilizada y aquella otra de Jacques Rivière que decía haber sentido las mayores emociones de su vida al contemplar, leyendo, una mente que razona y que hila esas perlas reencontradas. Pensaba en exigencia y en emociones al leer el ensayo de Karla Olvera. Pensaba en su rigor matemático (not so far d´Oulipo): su afición dantesca al tres y a sus múltiplos, los nueve capítulos dedicados, de tres en tres, a los diarios de Kafka, Pessoa y Virginia Woolf, née Stephens. Y su afición no menos acusada a la elipsis que se cierra como un círculo sobre un punto ya establecido previamente. En su capacidad insólita para establecer sutiles relaciones entre lo pequeño y lo grande, lo abierto y lo cerrado, en el dibujo de un microcosmos en un macrocosmos. Parte de un frase, casi casi se puede decir que cualquiera podría servir con tal de aparecer encontrada como un objeto de sorpresa, y se extiende y la amplifica, la unta sobre la superficie de la página, nuestra piel que la absorbe con una dulzura solar. ¿De qué habla pues esta autora? De todo, de nada, de la vida entre páginas, de la vida de los libros y de las personas. Un bello ejercicio de libertad.
Entrevista en teinteersa.es