La estrella amarilla

Lunes, 8 de junio de 1942
Es el primer día en que me siento realmente de vacaciones. Hace un día radiante. Muy fresco después de la tormenta de ayer. Los pájaros pían, una mañana como la de Paul Valéry. También es el primer día que voy a llevar la estrella amarilla. Son los dos aspectos de la vida actual: el frescor, la belleza, la juventud de la vida, encarnada en esta mañana límpida; la barbarie y el mal, representados por la estrella amarilla.
Noche del lunes
Dios mío, no creí que sería tan duro.
He tenido mucho valor durante todo el día. Llevo la cabeza alta y miro a la gente tan de frente que desvían la mirada. Pero es duro.
Además, la mayoría de las personas no miran. Lo más penoso es encontrar a otras personas que la llevan. Esta mañana salgo con mamá. Dos críos en la calle nos señalan con el dedo diciendo: “¿Eh? ¿Has visto? Judío”. Pero todo lo demás ha sido normal. En la Place de la Madeleine nos encontramos con el señor Simon, que se para y apea de la bicicleta. Vuelvo sola en metro hasta l´Étoile. En l´Étoile voy al Artisanat a buscar mi blusa y luego tomo el 92. Lo esperaban un chico y una chica, y he visto que ella me señalaba a su acompañante. Después han hablado. Instintivamente levanto la cabeza –a pleno sol– y oigo: “Es repugnante”.
Vuelvo a salir para la Sorbona; en el metro, otra mujer del pueblo me sonríe. Se me saltan las lágrimas, no sé por qué.
(Estos fragmentos pertenecen al Diario de Hélène Berr publicado por Anagrama)

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